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Desmantelada una destilería que fabricaba whisky de garrafón para restaurantes y clubes

"Esto es mejor que el JB". El paladar de Guzmán T. A., de 58 años, se había acostumbrado tanto a su brebaje que no dudó en defender sus virtudes ante la policía cuando fue detenido junto a Carlos V. J., de 32 años, acusados de haber montado una destilería clandestina que suministraba whisky de garrafón -en botellas de Ballantine's y JB- a decenas de restaurantes y clubes de alterne del sur. La fórmula mágica del hombre, hostelero de profesión, era bien sencilla: compraba whisky del más barato -Turkey-, lo mezclaba con agua de grifo y alcohol etílico, y para mantener el color tostado del buen escocés vertía caramelo. Luego rellenaba con este líquido botellas usadas, les ponía un precinto falso y, finalmente, los lanzaba al mercado, donde presumiblemente desataban resacas en cadena entre los consumidores.

Guzmán y Carlos habían instalado, posiblemente hace más de un año, su base de operaciones en Castillo de Olmos, una urbanización de la localidad toledana de El Viso de San Juan. Allí disponía Guzmán de un chalé, donde la policía descubrió un laboratorio artesanal con más de 200 botellas de marca llenas de whisky adulterado, un bidón con 40 litros de brebaje, varios más con escocés barato o mezclas, 200 botellas vacías, 6.000 precintos de Hacienda falsos y 200 auténticos -procedentes de otras botellas-, un alcoholímetro y cientos de tapones y precintos de seguridad.Las botellas se las conseguían, siempre según la policía, los traperos, a quienes pagaban de 50 a 60 pesetas por unidad. "Quitaban los tapones de seguridad y, después de un somero lavado, las rellenaban. A continuación las cerraban adecuadamente y colocaban precintos falsos o sacados de otras botellas", señaló la Jefatura Superior de Policía.

La mercancía era vendida al precio de 10.000 pesetas la caja de 12 botellas -cuando a ellos no les costaba ni 6.000-. El área de distribución, tarea de la que se encargaba Carlos, era Madrid, Getafe, Parla y Pinto. La policía considera que entre sus compradores figuraban una quincena de restaurantes y numerosos clubes de alterne.

Las botellas, según los investigadores, iban con la etiqueta de la marcas JB y Ballantine's, pero en su interior se observaban posos parduzcos y cierta suciedad, resultado del rellenado y de la mezcla con caramelo. El juez ha ordenado el análisis de los líquidos para averiguar si entrañan peligro para la salud, lo que acarrearía un posible delito.

La operación que culminó con la detención de ambos hombres se ha cerrado después de un mes de indagaciones de la Policía Judicial de Getafe en bares y restaurantes de la localidad. En este ámbito, de hecho, surgió la pista que indicaba que Carlos estaba vendiendo whisky adulterado. Su seguimiento condujo hasta el chalé de Toledo. El abogado de la asociación de hostelería local dijo ayer no tener "en absoluto" conocimiento de la distribución de whisky de garrafón en determinados locales.

Los detenidos, una vez puestos a disposición judicial en Illescas, quedaron en libertad. Ninguno tenía antecedentes policiales. La policía considera que cometieron un fraude y estudia la posibilidad de imputarles un delito de estafa.

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