Resaca posnupcial
Córdoba se recupera de la boda de Álvarez Cascos
Apenas transcurridas doce horas desde el evento multitudinario que convirtió en marido y mujer al vicepresidente primero del Gobierno, Francisco Álvarez Cascos (49 años, divorciado, cuatro hijos), y a Gema Ruiz Cuadrado (22 años, soltera), la ciudad de Córdoba, cuna de la novia, se recupera y se estira. Los vecinos del exquisito barrio de El Tablero, en donde tiene su domicilio paterno la recién casada, sienten especial alivio. En los días previos a la boda se cruzaron en sus diversas calles -los padres de la novia viven, por paradojas del destino, en Antonio Machado esquina a Miguel Hernández- diversos taxistas que portaban espectaculares paquetes de regalo para los contrayentes. "Oiga", me dijo un taxista que llevaba en el maletero una especie de mantelería envuelta en papel navideño, "es que la casa está vacía y nadie quiere hacerse cargo". Habían salido a celebrar.El probo conductor intentó dejar el paquete en el chalé de enfrente, con tan mala fortuna que fue a dar al domicilio del ex prometido de Gema Ruiz Cuadrado, joven y prometedor piloto que resultó abandonado, con la pulsera de pedida en el bolsillo, cuando en el horizonte de la joven y rubia belleza apareció el perfil irresistible del príncipe azul cabrales, también conocido como Francisco Álvarez Cascos. "Ha salido un señor y me ha dicho que no están para nadie". No era el ex novio desdeñado, sino su hermano, el que rechazó al intruso.
Decía que en El Tablero respiran, y lo hacen, entre otros motivos, porque ya no es probable que les vuelva a ocurrir lo que hace unos meses, cuando Álvarez Cascos anunció que Gema y él se casarían y que lo harían en Córdoba. De pronto, un sonido aterrador, como de bombardeo de Iroshima, les llegó del cielo, y todos quedáronse acollonados, que diría Cela, el único invitado lírico a la boda de ayer. No era más que el piloto rechazado: tres vuelos rasantes realizó el hombre sobre su barrio, tres. Para desahogarse. Una vez tranquilizado, no ha vuelto a decir este planeador es mío.
Tras la boda civil de camuflaje -todo fue dispuesto para simular que la ceremonia había sido religiosa-, tras el "sí, quiero", que, en realidad, ante un alcalde consiste en un "consiento"; tras la constatación de la ausencia del ortodoxo Fraga -que ha hecho crecer a Álvarez Cascos, brutal y frontal, en sus no menos ariscos pechos-, y con la confirmación del cariz endogámico que preside las relaciones de los conservadores gobernantes -ningún invitado pertenecía a otro partido que el suyo-, queda la reflexión.
En la senequiana Córdoba, de tranquilas tabernas esquinadas y platerías recónditas, se comenta que los contrayentes van a pagar caro haber involucrado al presidente del Gobierno y, sobre todo, a Ana Botella, en sus particulares delirios de grandeza. El enlace civil, al que no quisieron acudir los ministros más católicos, ha sido bendecido por la presencia de Aznar y su mujer, en calidad de testigos de honor. Pero, ¿quién va a frenar a Gema / Dimitra (por la viuda de Papandreu) en su carrera insaciable hacia la gloria?
En la espléndida judería cordobesa, al mismo tiempo que los periodistas eran reprimidos por los geos, con cargo al erario público, Miguel Ángel Rodríguez, secretario de Estado y portavoz del Gobierno, visitaba las tiendas con su señora y un guardaespaldas y compraba unas castañuelas para guiris destinadas a su hija.
El enlace del cacique con la prensa parece que disfrutaba, paseándose por el cortijo. Esta misma mañana -ayer para ustedes-, esposas y parientas de los presidentes de autonomías en donde gobierna el Partido Popular recorrieron los comercios del centro histórico y comentaron, muy atinadamente:
- Ella estaba monísima. Claro que quién no, a los 22.
- Y yo a los 22 -decían ellos-, también tenía más pelo del que Cascos tiene ahora.
Parece que los recién casados se irán de viaje de bodas a Centroeuropa en cuanto él resuelva lo de los funcionarios, lo de los... Dios, me pierdo. Pero se irán pronto, lo resuelvan o no, y regresarán. Y Gema de Álvarez Cascos arrojará su sombra ambiciosa y juvenil sobre el reinado de Ana Botella. Que gane la mejor. ¿O no estamos, como quieren ellos, en plena era de la libre competencia de mercado?
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