Verano del 36
Recorrido por los viejos búnkeres de la guerra civilLos primeros fortines eran precarias construcciones hechas. con uralita y materiales de desecho, recuerda el sargento Manuel Olmedo, del primer batallón Espartaco, enclavado en Usera.
El paisaje madrileño conserva la huella de la guerra civil en una red de viejas trincheras, fortines enterrados por la maleza, silenciosos nidos de ametralladoras, blocaos y casamatas, hitos irreductibles de una memoria trágica y viva todavía en el recuerdo de los supervivientes de ambos bandos que combatieron largos meses enclaustrados bajo las cúpulas de acero y hormigón edificadas para defender o conquistar una ciudad que se convertiría en símbolo de la resistencia frente al fascismo. "Dejad eso, la guerra ha comenzado, idos a casa". Un miliciano anarquista ha interrumpido la siega de los labradores de Villavieja de Lozoya, y la frase quedará grabada en el cerebro de un niño de siete años, que hoy la recuerda ante su hijo, concejal socialista de Cultura en el Ayuntamiento local.Los primeros en llegar con tan malas nuevas a la comarca de Buitrago son los anarquistas de, la columna del Rosal. "Nos pusimos a cavar zanjas, a colocar sacos terreros; luego vendrían las fortificaciones. Pero durante mes y medio estuvimos en muy duras condiciones, sin intendencia; nos alimentamos sólo de arroz, ni siquiera teníamos sal", dice Ángel Urzaiz, de la CNT. "Nuestra misión era proteger los embalses de la zona y detener el avance enemigo. Entre nosotros estaba una joven y valiente miliciana de 18
años".
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Camuflaje natural
La casa de cartón
En la zona de Robledo de Chavela, Fresnedillas y Zarzalejo se conservan fortificaciones del frente nacional. Muchas de ellas están en fincas privadas, otras surgen al borde de senderos rurales. En el cerro del Caño está el fortín de la Campana, con sus nueve brazos terminados en otros tantos nidos de ametrallaoras comunicados entre sí. Bajo su bóveda central, que parece más construida para el recogimiento y la meditación que para la guerra, estaba la campana que daba nombre a la fortificación, y que se hacía sonar para avisar de los ataques de la aviación.Un poco más arriba, en el cerro de Los Roblazos, está el búnker de los 18 escalones, amenazado por una recalificación de terrenos que pronto dará paso a una urbanización de chalés. Cerca de Fresnedillas, en la zona conocida como Los Degolladores, subsiste un fortín nacionalista con trazas de castillo medieval que cuenta con escudo nobiliario y detalles ornamentales pretendidamente románicos y góticos, ventanas cinceladas y arcos de medio punto. El fortín, desde el que se divisa una espléndida panorámica que alcanza hasta Madrid, cuenta con una sala central y seis nidos de ametralladoras con forma de yelmo.
En la zona del Jarama, en el espolón de Coberteras, los nidos de ametralladoras están tallados en los farallones del río. Uno de ellos cuenta con una sala de 70 metros cuadrados que en tiempos de paz sirvió para resguardar el ganado de las imprevisibles inundaciones.
El señor Miguel, que era un niño durante la guerra, sigue viviendo en las proximidades, ha levantado un pretil de arena para protegerse de las riadas y con su esposa ha cubierto las veredas de arbolado y plantado maíz en los surcos de las bombas. No muy lejos de allí, en la finca denominada La Marañosa, tristemente célebre por los incendios de este verano, se conserva un impresionante conjunto de fortificaciones en terrenos que son todavía propiedad del Ejército. También pueden verse restos de fortines y casamatas en los municipios de Morata de Tajuña, Aranjuez o Ciempozuelos o Brunete, que fueron zonas de intensos combates durante la guerra civil por la conquista de la capital resistente y mártir.
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