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Tribuna
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Lo obsceno

Cuando el tiempo se para el espacio se inflama y es obsceno.Agosto es obsceno. Gordo como un luchador de sumo, caliente como un África importada, obsecuente como una rabiza.

Pornografía animal, pornografía celeste, pornografía municipal. Agosto es el cúmulo de la obscenidad. El mes conspicuo.

El calor recrea este ardor del cuerpo obseso. Aforado en sí mismo, complaciéndose en sus desbordes y pulpas. El calor no se ve. Actúa indiferente a la luz y rueda sobre las aglomeradas carnes. Obscenidad de la ceguera y de la muchedumbre.

Buey es de sopor, siestas, oleajes, barbacoas. Tufarada de sardinas a la plancha y las multíparas señoras bajo el bañador turquesa. Las vulgares fritangas de las puestas de sol y los bloques de apartamentos alquilados, rebajas sobre las rebajas.

Agosto es opulento y barato y su obscenidad es la obscenidad de lo más real. Ordinaria, popular, divulgadora del placer a saldo. La difusión del sol se corresponde con la oferta para ser macho o hembra en un granel de sexos. Todo a la vista. Barato, colorado, directo. Nada sustraído a la visión o al tacto. El aire se apodera del aire como un hervor. Es posible vivir sin necesidad de dilucidar. Lo obsceno disuade la oportunidad de pensar. Pone fin a toda interrogación. Confunde la vista con la víscera, las plegaduras del mar con una agricultura de cal viva. Superposición. Sobreexposición. Lo luminoso no transmite una imagen en la que no queda cosa por revelar y todo cuanto ocupa lo convierte en obviedad. La carne se encarna, el corazón se pone en cueros. La felicidad representada se felicita de ser feliz y relumbra. Luz absoluta y total de una sustancia de tocino.

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