¿Renace la izquierda europea?
El éxito de Jospin en Francia, el aún mayor de Toni Blair en el Reino Unido y el moderado de la izquierda italiana debe hacemos reflexionar sobre si hay elementos comunes en los tres fenómenos, después de los triunfos de la socialdemocracia escandinava, y si ello supone el fin de una etapa, larga en algunos casos, de depresión electoral y desconcierto ideológico de la izquierda europea especialmente marcado en la década de los noventa.Lo ocurrido en Francia tiene especial relevancia para nosotros por el magnífico resultado de la izquierda francesa y por el impacto que tiene en España todo lo que ocurre en el país vecino. Desde los primeros escritos de Pablo Iglesias y Jaime Vera se apreciaba la notable influencia del socialismo francés en los fundadores del PSOE. Posteriormente, de Jean Jaurés a Leon Blum, se desarrolló una estrecha relación que tuvo su continuidad en el prolongado exilio de los socialistas españoles del 39 al 77, en el que el PSOE contó con la hospitalidad política y material de la Sección Francesa de la Internacional Obrera (SFIO) y del Partido Socialista francés (PSF) en los últimos años.
Cuando en 1981 François Mitterrand alcanza la presidencia de la República francesa y el PSOE, con Felipe González, gana las legislativas del 82 se inicia una larga etapa de colaboración de ambos Gobiernos que dio como importantes frutos el ingreso de nuestro país en la Comunidad Europea y la colaboración en la lucha contra el terrorismo etarra, aspiraciones ambas que habían frustrado reiteradamente los Gobiernos franceses de derechas en los años anteriores.
Incluso ha habido paralelismos en los primeros noventa cuando salpicaron el entorno de ambos Gobiernos casos de corrupción y en las dos opiniones públicas se desarrolló un cansancio cierto por la prolongada presencia de los socialistas en los Gobiernos. Pero también las diferencias han sido notables: en España la mayoría sociológica es de centro-izquierda y en Francia lo es de centro-derecha; en Francia asistimos al ocaso político, y biológico de un presidente, lo que no es el caso de España, y, sobretodo, el PSF no ha tenido nunca la solidez organizativa ni la implantación social del PSOE.
Quizá por estas razones el PSOE repitió victoria en el 93 mientras el socialismo francés sufría una durísima derrota en las legislativas del mismo año. La reacción de la maquinaria partidaria del PSF fue encerrarse en sí misma, refugiarse en las supuestas esencias y mantener el discurso anacrónico del pasado. La secuencia de esta lógica de aparato fue elegir como secretario general al antiguo tesorero, procesado en la actualidad por financiación ilegal del partido. Es más, la dirección y los notables del PSF intentaron presentarlo como canlidato a la presidencia, sacrificado las posibilidades electorales al control del partido o de lo que quedara de él después de las elecciones. Por fortuna para el socialismo francés, poco antes se había instaurado el sistema de primarias para la elección interna del candidato, y así los militantes, en voto individual y secreto, pudieron corregir la decisión de la dirección eligiendo a Lionel Jospin, renovador y limpio en temas de corrupción, como candidato socialista a la presidencia de Francia. Eso fue sólo hace cuatro meses; ¿qué ha ocurrido desde entonces para transformar un socialismo moribundo en un movimiento pujante y esperanzador? Probablemente muchos factores, entre ellos el agotamiento de las propuestas neoliberales en la economía europea, pero sobre todo parece detectarse el favor del electorado progresista por una socialdemocracia renovada y moderna y unos liderazgos nuevos.
La renovación socialistata acertado en Francia y el Reino Unido porque representa de verdad un cambio, un punto y aparte con relación a la situación anterior, el inicio de una etapa nueva que, respetando las raíces y tradiciones de la izquierda, no se siente hipotecada por herencia alguna. Una renovación encarnada por hombres a la vez nuevos y experimentados, que reconocen los errores del pasado reciente y que no sacralizan el papel de los partidos que dirigen o del que forman parte: éstos son instrumentos y cauces de participación y militancia de gran importancia, pero no iglesias con santos, dogmas y normas rígidas. Jospin y Blair entendieron que la renovación falla cuando es insuficiente, cuando se queda a medio camino, cuando es sólo una coartada para los que la enarbolan, cuando es sólo un eslogan sin contenido ni programa.
Cuando en Francia o en el Reino Unido ensayaron el continuismo o la seudorrenovación, fracasaron. Jospin ha demostrado que la izquierda en Francia puede recomponerse y volver a ser mayoritaria a partir del reconocimiento de los fallos propios y no achacando sus problemas exclusivamente al "enemigo exterior", con programas sólidos y solventes, con rigor y sin populismo.
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