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NELSON MANDELA Presidente de Suráfrica

"Vivimos una revolución democrática"

Suráfrica cumple un año de Gobierno libre y multirracial. Atrás han quedado los malos augurios de que la economía se hundiría y con ella el Estado: el país funciona. Nelson Mandela se siente orgulloso de lo que considera una "revolución democrática", y pide a los impacientes tiempo para cambiar 350 años de discriminación racial.

ENVIADO ESPECIAL Cuando Nelson Mandela se despidió ayer del grupo de periodistas, extranjeros, entre ellos el representante de EL PAÍS, con los que había desayunado en un hotel de Johanesburgo, éstos mandaron al diablo la regla de la imparcialidad profesional y rompieron a aplaudir. Saludaban a uno de los grandes personajes del siglo y al milagro que encarna: el de una Suráfrica libre y multirracial. "Este país", había dicho Mandela, "vive una revolución democrática. Sí, una revolución. ¿Qué otra palabra puede expresar la profundidad de los cambios que están ocurriendo en, Suráfrica?". Tras hacer una sonriente pausa y comprobar que ningún periodista encontraba esa otra palabra, Mandela había añadido: "Pero esos cambios, y por eso nuestra revolución es democrática, no se producen desde la violencia, sino desde la legalidad".

Dijo una vez la escritora surafricana Nadine Gordimer que es difícil hablar sobre Mandela en términos que no sean hagiográficos. Eso fue antes de que el 62% del electorado surafricano llevara a la presidencia al hombre que había pasado 27 años en una cárcel del siniestro régimen del apartheid. Se cumple esta semana el primer aniversario de aquella elección y es más difícil todavía encontrarle peros a Mandela.

Suráfrica está muy lejos de ser un mundo ideal, especialmente para los millones de negros que son pobres de solemnidad, pero las previsiones más pesimistas de abril de 1994 no, se han realizado: no ha habido éxodo masivo de blancos, ni explosión de violencia política, ni hundimiento de la economía, ni desmoronamiento del Estado. Por el momento, la nueva Suráfrica funciona. Y desde los confortables chalés blancos de Pretoria hasta los miserables albergues del negro Soweto, Mandela es la explicación que se encuentra al fenómeno.

Por eso era inevitable que los periodistas que ayer desayunaron con él le preguntaran por su salud. Respondió sin enfado o turbación: "Cumpliré 77 años dentro de poco y, a esta edad, uno ya no piensa en participar en competiciones deportivas. Pero me siento muy bien y mis médicos dicen que es como si tuviera diez años menos". Nada en él desmentía esa afirmación. Caminaba con firmeza; hablaba con agilidad y buen humor. Tan sólo parecía algo duro de oído, y, de hecho, llevaba un aparatito en la oreja derecha.

De Mandela, vestido con camisa gris a cuadros abotonada en el cuello y flotando sobre un pantalón negro, emanaba una cordialidad natural. A no confundir con debilidad. Mandela no es sólo una figura simbólica en la nueva Suráfrica: es el que toma las decisiones importantes. Se le notó cuando alguien le preguntó por el reciente cese como viceministra de Arte, Cultura, Ciencia y Tecnología de Winnie Mandela, la que, aunque estén separados desde 1992, sigue siendo su esposa. Subrayando con golpecitos en la mesa la firmeza de sus palabras, dijo: "Tomé esa decisión porque la actitud de la señora Mandela no era constructiva. Lamento que una persona con sus cualidades no pueda, colaborar en las tareas gubernamentales. Espero que, aproveche su actual situación para reflexionar y prepararse para futuras tareas".

Actualmente hospitalizada a causa de una diábetes no cuidada a tiempo, Winnie, la heroína de los jóvenes negros de los suburbios, había declarado que el Gobierno sé dedica, más a calmar las angustias de los blancos que a mejorar la condición de los negros. Mandela rechazó con firmeza esas acusaciones. "No se pueden resolver en una noche", dijo, los problemas creados por 350 años de discriminación racial, un periodo en el que todas las infraestructuras fueron creadas para servir a los blancos. Durante la campaña electoral repetí que necesitábamos como mínimo cinco años para que los negros notaran el cambio a nivel material. Hemos elaborado planes para construir viviendas, carreteras, escuelas, hospitales, tendidos eléctricos... Y ya hemos dado pasos concretos, como conceder la atención médica gratuita a todos los niños y las mujeres embarazadas. O dar de comer a diario a cinco millones de niños".Ello no impidió a Mandela confirmar su voluntad de contar con los blancos. "Tenemos que construir una nación y necesitamos los medios, los conocimientos y a experiencia de los blancos. Los blancos no tienen nada que temer: éste es su país. De hecho, están respondiendo, están trabajando con lealtad en la transformación de Suráfrica. Y me adoran. La misma gente que antes quería matarme, ahora se pelea con la policía para poder abrazarme. Me preguntan: '¿Cuándo cambió usted de política?'. Y les respondo que nunca, que durante más de tres décadas he dicho que el Congreso Nacional Africano [ANC] haría lo que está haciendo". Gobierna el ANC de Mandela en coalición con los blancos del Partido Nacional y los zulúes del Partido de la Libertad Inkatha. Y más problemas le causan los segundos que los primeros.

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Quiere Inkatha un Estado federal que garantice un territorio zulú, y para ello reclama una "mediación internacional" en el actual proceso de elaboración de la Constitución. Mandela reiteró ayer que no acepta de momento esa mediación. Por lo demás, se felicitó del funcionamiento del Gobierno de Unidad Nacional: "Venimos de muy diferentes orígenes y experiencias y lo maravilloso es que llevamos un año trabajan do juntos en consolidar la paz y la libertad en este país, en establecer una cultura nacional basada en los derechos humanos. Y seguimos juntos".

El que Mandela dijera que el resultado de su primer año va más allá de sus sueños no le impidió reconocer la existencia de problemas. Uno es la delincuencia común. "Aunque hayamos logrado detener los atentados y enfrentamientos políticos, Suráfrica sigue siendo uno de los países más violentos del mundo, si se exceptúan los que están en guerra". Otro problema, y ahí su rostro se endureció, es la corrupción. "Es muy grave que caigan en la corrupción miembros de una organización [el ANC] que ha prometido luchar contra esa lacra. Pero no estamos siendo blandos: cada vez que se denuncia un caso, apartamos a la persona de su cargo hasta que se aclare la situación".

La sonrisa reapareció en los labios de Nelson Mandela, irónica, cuando comentó que en prisión tenía más tiempo para reflexionar sobre las decisiones a adoptar. Y se hizo dulce e irresistible cuando dijo: "Me quedan cuatro años de mandato presidencial. Pienso agotarlos, pero no me volveré a presentar. Lo que deseo es retirarme a disfrutar de mis nietos. Hablar y jugar con ellos, poder aconsejarles. Eso es lo que quiero hacer en el año 2000".

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