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Liderazgo
Columna
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Sin mentores no hay paraíso

En ocasiones, la carrera de personas con inmenso talento no despega. Si hubieran tenido un mentor cuando sus caminos se empezaron a estancar, sus historias hubieran sido diferentes

En una ocasión, en el Ministerio de Hacienda, pedí al jefe de una división que invitara a toda su gente a una reunión. Estaban cerca de quince personas en la sala. En la medida en que avanzábamos, les pedía que contaran su trayectoria. Hasta hoy tengo en la memoria lo que dijo un señor. Era mayor que el resto del grupo; vestía una camisa de leñador con grandes cuadros y dijo que había estudiado matemáticas puras en la Universidad Nacional de Colombia. Le pregunté si tenía un postgrado. En física, dijo. “¿Cuál es su función?”, indagué. Produzco las tablas de la página tal del documento que recibe semanalmente. Lo hacía desde hacía años. Pensé que ese señor debía tener un coeficiente intelectual muy superior al de todos los que estábamos en la sala, y, sin embargo, llevaba años completamente desaprovechado.

Es algo muy duro en las organizaciones. Mucha gente con inmenso talento y posibilidades que, sin embargo, no despega y su carrera se estanca para siempre. Puede ser porque no visibilizan sus aciertos o porque, sin saberlo, incurren en errores que no saben que están cometiendo. Sus carreras lentamente languidecen. Ese marchitamiento del talento tiene un inmenso costo personal y destruye valor para la organización.

Estoy persuadido de que si en los momentos en que esa carrera tuvo un punto de inflexión hacia abajo esa persona hubiera tenido un mentor y hubiera pedido consejo, habría podido hacer una gran diferencia. Sucede que esa persona no tuvo o no buscó mentores. Eso es cierto, incluso a pesar de que muchas organizaciones en las que trabajamos son disfuncionales y los jefes no parecen darse cuenta o, si lo saben, no parecen querer arreglarlas.

Tal vez el tema más sensible de una persona, de una organización y de un país es cómo encontrar y desarrollar el talento. En ese intento nos la jugamos toda. Piensen sólo en la posibilidad de que un James Rodríguez o un Lucho Díaz, en sus años clave, de pequeños, no hubieran tenido quién los descubriera, creyera en ellos y les dedicara tiempo para potenciarlos.

A lo largo de 40 años he conocido a muchas personas, como el señor del ministerio, cuyo talento se quedó sin descubrir ni desarrollar. Tal vez el factor singular más importante es la presencia de un tutor que vio el potencial y tomó cartas en el asunto. En el caso de James Rodríguez fue su padrastro, quien lo llevaba a entrenar y a los partidos, quien le enseñaba a patear tiros libres, a tomar distancia frente al balón, a tener disciplina y a hacer todos los sacrificios por el fútbol. Algo así cuenta Juan Guillermo Cuadrado en su autobiografía.

En nuestro caso, los seres mortales de carne y hueso, los consejos son similares, pero más prácticos. En un curso de 40 videos cuento lo que he aprendido en décadas de experiencia profesional: primero como subalterno y luego al frente de grupos pequeños y, más adelante, de un ministerio y de una empresa grande y sofisticada como Ecopetrol.

Lo primero es cómo hacerse visible en el grupo. Mucha gente padece el síndrome de la invisibilidad. Superarlo requiere hábitos y trucos. Los jóvenes deben entrenarse no solo para conocer los temas y ser buenos técnicamente, sino también para saber decir las cosas con oportunidad y relevancia. Pero eso sirven los mentores.

Otro tema es el manejo del tiempo. Doy un ejemplo. Cuando joven veía a un compañero de trabajo que dedicaba con frecuencia el almuerzo a conversar con personas clave. Hacía networking de manera sistemática. Era una táctica muy sencilla e inteligente que le sirvió bastante bien. Eso reflejaba agudeza al manejar su carrera profesional.

En el tema del tiempo, la semana es la unidad clave, creo yo, y se debe planificar bien. La gente no es consciente de que el momento más difícil de la semana es el domingo por la noche. Entre las 5 y las 10 p.m. del domingo, a los papás y a los hijos se les viene encima la anticipación del lunes, las tareas que no se han hecho, la cita a las 7 a.m. del otro día, etc. Se ha comprobado que es el lapso más conflictivo de una familia. Si se lo entiende de antemano, una buena semana, tanto familiar como laboral, empieza con un buen manejo del domingo por la noche. El lunes y el viernes son distintos de los demás días. En fin, son cosas muy prácticas que, sumadas, hacen la diferencia a través de los años.

Otro tema es cómo resolver problemas. A todos nos pagan por eso y solo por eso: resolver problemas. Los problemas no son una objeción al trabajo sino su esencia. A veces son problemas creados por el propio grupo y sus personalidades. Muchas veces son problemas técnicos o de organización. La clave está en resolver más problemas de los que uno crea, pues todos, en un momento u otro, creamos problemas.

La clave es una actitud de resolver los problemas que nos asignan hasta el final, en lugar de posponerlos o relegarlos. La única muestra inequívoca del avance en una carrera es que a uno le pongan problemas cada vez mayores. Todo el mundo debería saber eso.

Otro tema es cómo ser jefe. Digamos, de entrada, que los malos jefes abundan. Las organizaciones no ofrecen consejos ni cursos sobre cómo ser un buen jefe. La primera vez que una persona es jefe de un grupo pequeño puede ser el momento en que su carrera se catapulta si lo hace bien. O se estanca si lo hace mal. Pero nadie lo prepara en las destrezas ni en la disposición mental para acertar. Mi convicción es que la clave para ser buen jefe es saber que todo gira en torno a la gente. No de los productos ni de los informes.

Si uno acierta al entender que cada subalterno tiene una carrera, le ayuda a comprender para dónde va, cómo avanzar, cuál es el siguiente paso, cómo acertar, conocer su papel en el grupo y hacerlo con rigor y mística, los productos de ese grupo serán excelentes. Si uno es mentor y cuida de la gente, la gente cuida del trabajo y los resultados serán superiores e incluso superlativos.

Mi conclusión, tras 40 años de observar y analizar qué funciona y qué no en el desarrollo personal y profesional de infinidad de personas es que todo es gente. La gente necesita mentores y, sin mentores, no hay paraíso. Pero a los mentores hay que buscarlos.

He visto que la gente responde positivamente a la orientación y la mentoría, y que muchas carreras despegan y se proyectan hacia el ascenso profesional y el liderazgo. No me cabe duda de que un programa de este tipo tiene impacto si uno logra captar la atención e infundir la mística, los hábitos y la disciplina. Organizamos esta intuición en 40 videos, de tres a cinco minutos de duración, en siete capítulos y la llamamos www.sistemaecheverry.com

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