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Entrevista:

"El GAL es el crimen organizado desde el poder"

Carlos Garaikoetxea fue lehendakari entre 1980 y 1985. Desde la presidencia del Gobierno vasco asistió al nacimiento de los GAL. Ahora, su partido, Eusko Alkartasuna (EA), recién regresado al Ejecutivo de Vitoria, anuncia que apoyará la formación en el Parlamento autonómico de una comisión investigadora sobre la trastienda de aquella organización terrorista. Este navarro, de 56 años, casado y padre de tres hijos, reparte su tiempo entre el escaño en la Cámara de Vitoria y la presidencia de su partido. La entrevista se celebró en Pamplona el miércoles, al día siguiente del entierro de Gregorio Ordóñez, el dirigente del PP asesinado por ETA.

Pregunta. San Sebastián se ha echado a la calle para protestar contra ETA. ¿Es un paso más o no cambia nada? Respuesta. Fue una respuesta impresionante y lógica, pero existe el peligro de creer que es nueva. Hace 12 años, cuando asesinaron al capitán Martín Barrios, salieron a la calle 130.000 personas. Cinco años antes, en 1978, se produjo en Bilbao la primera gran manifestación contra la violencia. Entonces sí constituyó un terremoto en el nacionalismo vasco, que, recién salido del franquismo, ofrecía cierta resistencia a enfrentarse a los violentos.

P. Al término de la protesta por el asesinato de Martín Barrios usted hizo un dramático llamamiento a ETA para que abandonara las armas, pero todo parece seguir igual.

R. Y produce un sentimiento de frustración. Parte de la sociedad, y sobre todo muchos responsables políticos, no parecen aprender de la experiencia. Hemos oído ya demasiadas veces que ETA está dando sus últimos coletazos, cuando el fenómeno es más complejo y tiene un arraigo político y un respaldo social que exigen un tratamiento más hábil que las grandes declaraciones. Frustración, también, porque vías como la reinserción, que acabó con el 50% de la ETA de hace 13 años, no se han sabido desarrollar con coherencia y no han tenido en ETA Militar la misma incidencia. Pero hay que seguir intentándolo.

P. Ahora proliferan las voces discrepantes en HB. Es un tópico, pero ¿algo se mueve?

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R. Sí, ésa ha sido nuestra esperanza, que esos movimientos cristalizaran. Desgraciadamente, hasta el momento los desmarques individuales no han servido de catalizador para que reaccionen sectores enteros. A veces viene también la frustración por el tratamiento torpe que se hace de los atentados desde ciertas actitudes políticas. Lo mismo arremeten contra las ikastolas que contra el obispo Setién, y sólo consiguen ayudar al cierre de filas en HB.

P. Usted siempre ha defendido una idea de diálogo. ¿Recién enterrado Ordóñez, que cree que debe hacerse?

R. Mantener la mente fría, aunque el corazón esté caliente. El mejor servicio posible a los asesinos de Ordóñez es perder la cabeza. Las soluciones buenas ayer siguen siéndolo hoy. En términos políticos, hay que reafirmar que el proceso de reinserción de hace 13 años con ETApm mereció la pena. Si se puede repetir, sin frivolidades y con garantías, la idea sigue siendo válida. Cuando decenas de miles de ciudadanos están enfrentados con el resto hay necesidad de una reconciliación. P. El asesinato de Martín Barrios dio paso a otro terrorismo, el de los GAL. ¿Cómo lo interpretaron desde el Gobierno vasco?

R. Antes había otras cosas que se llamaban ATE o Batallón Vasco Español. No imaginamos que el GAL pudiera responder a una trama organizada desde el poder hasta que los indicios surgieron con el tiempo. En los primeros meses creimos que era, una vez más, la sigla mutante. La consistencia de ese grupo, la reiteración de sus atentados, nos llevó a la convicción de que había algo más.

P. ¿Y entonces, entre dos fuegos, cómo reaccionó el Gobierno vasco?

R. Con una actitud tan severa con un terrorismo como con otro. Fuimos contundentes en nuestra denuncia. El otro día vi en televisión una declaración mía de hace 10 años. Era igual a las que estoy haciendo hora. Expresé mi convicción oral de que los GAL eran cosa del Gobierno, aunque faltaban las pruebas. Por poco no e valió entonces un linchamiento político.

P. ¿Los GAL debilitaron o fortalecieron a ETA?

R. Avudaron a fortalecer a ETA, sin duda ayudaron a muchos sectores que dan su apoyo a ETA a eliminar escrúpulos. En un primer momento pudieron constituir un elemento e incomodidad grande para ETA. Salvada esa circunstancia, fueron un estímulo. ETA pudo pretender la apariencia de oponerse a otro terrorismo, y además, de Estado.

P. Felipe González aseguró que no organizó ni amparó los, GAL y que nunca supo nada. ¿Le creyó?

R. Francamente, no.

P. ¿Por qué?

R. Resulta inconcebible que no sepa las cosas que suceden en tan altas instancias como las que hoy aparecen implicadas, o que carezca de medios para obtener información, aunque sea a posteriori. Tengo, además, una convicción moral personal. En aquella época, González me llegó a decir algo que me resultó cabalístico. En un encuentro en Madrid me dijo sobre ETA que algún día tendría que oír a Carlos Andrés Pérez cómo se resuelven estos problemas. Tiempo después, recordando la frase con un amigo venezolano, comprendí su sentido. Pérez había organizado tramas y grupos para liquidar a sectores insurgentes. Es un indicio que no puedo quitarme de la cabeza.

P. Sin embargo, conoce el razonamiento del entonces embajador francés, Pierre Guidoni, según el cual el Gobierno español no podía estar detrás de los GAL, puesto que había ya un acuerdo secreto hispano-francés contra ETA.

R. Yo, más bien, tengo la impresión de que existía todavía una gran incomodidad por lo que se consideraba falta de cooperación. No me parece seria la argumentación de Guidoni. Mi recuerdo es que en el Gobierno central había cierto resentimiento hacia el Gobierno francés. El GAL fue un tremendo error al socaire de ese sentimiento.

P. ETA sigue matando mientras los GAL desaparecieron. ¿Tiene sentido pedir ahora responsabilidades políticas?

R. Creo que sí. El GAL es el escándalo de los escándalos, el crimen organizado desde el poder, un tipo de criminalidad que la sociedad no puede dejar impune.

P. EA ha anunciado que apoyará la creación de una comisión investigadora sobre los GAL en el Parlamento vasco, pero necesita el concurso de IU y HB. ¿No son extraños compañeros de viaje?

R. EA tiene desde 1990 un código ético que le obliga a no obstruir conclusiones de investigación. Ninguna alianza coyuntural nos hará abandonar ese principio. El que otros proponentes sean IU o HB no quiere decir que ellos investigarán, lo hará el Parlamento vasco, sobre asuntos que, por otra parte, se han producido en el escenario vasco. En el ámbito del Gobierno mantendremos el compromiso de coherencia con los socios, el PNV y el PSE-EE, pero si alguien cree que en lo demás renunciaremos a posiciones políticas propias se equivoca.

P. ETA, GAL, siempre ETA otra vez... ¿Existe un precio para la paz en Euskadi o hay una especie de maldición que condena a los vascos a seguir cohexistiendo con la violencia?

R. Éste es un pueblo pequeño y vive una crisis cultural, en el sentido profundo del término, un tanto atormentado en su esfuerzo de supervivencia. Eso es lo que da ciertas connotaciones al nacionalismo vasco. Pero quiero ser optimista. La crisis va a durar, pero la experiencia de estos años nos va a inmunizar durante otros muchos contra la tentación de la violencia y los radicalismos que pretenden tener la solución de todo y aplicarla de golne.

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