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EL 'CASO BANESTO'

García-Castellon, un corredor de fondo

Sus más de 180 centímetros le hacen no pasar desapercibido por las calles de Valladolid, ciudad a la que regresa siempre que puede y el Juzgado de Delitos Monetarios de la Audiencia Nacional se lo permite. Manuel García-Castellón, juez instructor del caso Banesto es a sus 42 años un personaje que siempre huyó de la publicidad "y de salir en los papeles que a mí, particularmente me horroriza" manifestaba a este periódico a primeras horas del pasado viernes, justamente cuando las sirenas de un vehículo policial ululaba por la calles de Madrid y escoltado con motoristas transportaba a Mario Conde hasta las dependencias penitenciarias de la cárcel de alta seguridad de Alcalá-Meco.

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García-Castellón se ha ganado en las últimas semanas una fama de la que permanentemente ha huido, incluso, cuando le tocó instruir el caso de la violación y asesinato de la niña de Villalón de Campos, Olga Sangrador. Según sus propias palabras, "uno de los peores momentos de su vida profesional".

En esa ocasión, el ahora juez de Delitos Monetarios de la Audiencia Nacional, tuvo desde el Juzgado de Instrucción número 2 de Valladolid que hacerse cargo de un suceso que conmocionó a la ciudadanía y que sería el primero de otros delitos sexuales que azotaron las tierras vallisoletanas del cálido verano de 1992 y que se saldaron con dos niñas muertas y al menos 10 violaciones a otras tantas mujeres.

El nombre de este juez empezaba a sonar fuerte en Valladolid y el refrendo de hombre duro en la instrucción le llegó al arrancar a Pedro Luis Gallego Fernández, conocido como el violador del ascensor, la confesión en la que se atribuía el asesinato de la joven Leticia Lebrato tras intentar violarla.

Los que conocen a Manolo, como le llaman sus amigos, saben que su refugio es el campo y la naturaleza. De planta seria en el juzgado y amante de su casa, García-Castellón se transforma cuando se quita la corbata y abandona las dependencias judiciales. Es entonces cuando sus más cercanos saben que "Manolo pierde la imagen de hombre riguroso, serio, e incluso la piNta de funcionario", relataba a este periódico un compañero del juez durante su estancia en los juzgados vallisoletanos.

Otros, también cercanos, definen a Manuel García-Castellón como "una persona normal, alejada de la imagen de superjuez que trasciende de Moreiras o de Garzón, que sobre todo le gusta ser amigo de sus amigos y que prefiere ponerse una vez rojo que 50 veces amarillo".

Las aficiones de este hombre son la bicicleta y Ia novela negra. Calle Mayor, la película de Bardem, la habrá visto unas 30 veces y D. D. James como autor de novela negra marcaron la trayectoria humana de este vallisoletano que prefiere "instruir antes que juzgar".

Manuel García-Castellón ocupó su primer destino judicial en Marquina, Vizcaya; allí se hizo cargo de un juzgado que ya no existe y posteriormente pasó a Castrojeriz en Burgos. Voluntariamente volvió a tierras vascas en comisión de servicio, a Azpeitia, Guipúzcoa, donde conoció la macabra realidad de los atentados terroristas a cargo de la organización ETA.

Fue un año que sirvió al ahora juez de la Audiencia Nacional "para enamorarme del País Vasco, un lugar al que vuelvo siempre que puedo". Después vendría el juzgado de Puebla de Sanabria, departamento judicial que nadie quería ocupar y que García-Castellón saneó al abrir un sumario por prevaricación y cohecho al oficial del juzgado, recientemente condenado por diversos hechos delictivos. Un año después es Medina del Campo, en Valladolid, el Jugar donde recala el juez que seis meses después asciende,a magistrado. En su nueva tarea se ocupa del Juzgado de Vigilancia Penitenciaria de Baleares, compartiéndolo con otros juzgados de instrucción que se, encontraban vacantes. Fue un periodo breve. A los pocos meses obtuvo la plaza de magistrado juez de instrucción número 2 de Valladolid y desde allí saltó a la Audiencia Nacional para sustituir a Baltasar Garzón.

Cuando Garzón decide abandonar la política, tras ocupar un puesto de diputado socialista, García-Castellón queda a disposición del presidente de la Audiencia Nacional, Clemente Auger, según siempre ha dicho García-Castellón "un hombre de un valía extraordinaria".

A partir de entonces es destinado por la sala de gobierno al juzgado de Delitos Monetarios para ayudar a desatascar un departamento al que le comían los papeles.

Antes, sobre su mesa estaban sumarios como los del GAL, el caso Alkasar, la 0peración Pelícano, plan en el que participaban Italia, Francia y Portugal contra los delitos de narcotráfico y otros casos más que heredó Baltasar Garzón al reincorporarse a su puesto.

Manuel García-Castellón, hasta ahora poco conocido, es uno de esos hombres que es como una caja de sorpresas. Un día te lo encuentras paseando en bicicleta por los pinares de Valladolid o presentando ante las más altas instancias de la comunidad de Castilla y León un proyecto de ayuda a las víctimas por delitos graves. Un plan al que el magistrado dedicó muchas horas e ilusión pero que no ha tenido eco a pesar de las promesas de los políticos.La sopresa con García-Castellón te llega también cuando conoces que fue uno de los designados junto a Carlos Granados y Agustín Lobejón, ponente del caso Amedo, para participar en las reuniones diseñadas por los ministerios de Justicia e Interior de la Unión Europea para prepárar estrategias de lucha contra el crimen organizado internacional en Europa. En estas reuniones también estaba María Teresa Fernández de la Vega, actual viceministra de Justicia.

Master en Comunidades Europeas. y master en Derechos Humanos por la Universidad de Salamanca, así como fundador del Grupo Iberoamericano de Jueces, integrado por ocho países y dedicado a la extensión del modelo judicial y de respeto a los derechos humanos que se practica en Europa, completan el amplio currículo de este vallisoletano.

Manuel García-Castellón se duerme ahora leyendo El mundo de Sofía, de Gaardner, y esta semana seguirá trabajando en los más de 70 casos que tiene en su juzgado y -que relataba a los que le conocen que, después de los últimos avatares, su conciencia- está serena y cada vez más cercana al ciudadano de la calle y al respeto por sus problemas.

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