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Solteros de oro, casados de latón

El fútbol español, distinguido en categorías inferiores, no genera futbolistas para el Balón de Oro

El título de Futbolista Europeo del Año otorgado a Hristo Stoichkov supone la primera conquista española del Balón de Oro desde que Johan Cruyff, tras su primera temporada en el Barcelona, ganó el galardón hace dos décadas. Sin embargo, el único premio con genuino sabor español se remonta al año 1960, cuando Luis Suárez, en su última temporada azulgrana, fue proclamado el mejor del continente Desde entonces, futbolistas de trece nacionalidades han recibido el trofeo, pero ninguno de ellos ha sido español. España sigue siendo considerada entre las potencias del fútbol europeo y sus clubes se mantienen entre los punteros en el ranking de la UEFA. Las votaciones europeas insinúan que la selección ofrece un bloque pero no figuras y que los éxitos de los clubes se apoyan en las importaciones.

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Bajo este enfoque, el balance de 1994 resulta llamativo. Stoichkov, el primero en las listas suministradas por 28 de los 49 votantes, fue elegido con, 210 puntos. Gica Hagi, con 68 puntos y cuatro primeros puestos, compartió el cuarto lugar con el sueco Tomas Brolin, aunque es evidente que debe sus votos a la selección rumana y no al Brescia y al Barcelona que apenas le han permitido brillar durante 1994. Hay que bajar a la bodega para encontrar apellidos españoles.

José Luis Pérez Caminero puede darle las gracias a un votante danés que le colocó en el tercer puesto de su lista y de esta manera le regaló sus tres únicos puntos. El solitario punto de Guardiola fue una gentileza del votante español. El caso del medio centro azulgrana resulta significativo. En 1992 ganó el Trofeo Bravo otorgado al mejor futbolista Sub-24 en los torneos europeos y mientras vencedores anteriores como Paolo Maldini (1989) y Roberto Baggio (1990) tardaron muy poco en subir al podio de los mayores, el barcelonista se ha quedado con el aislado voto otorgado por un periodista ubicado en Barcelona. En cierto modo, su caso sintoniza con las ondas poco expansivas de una selección Sub-21 que se mantiene entre la élite pero que raramente sabe cruzar el vacío que le separa de la selección ab soluta. El tema para las sobreme Y sas festivas es explicar por qué los jugadores españoles seducen de solteros pero como maridos no cumplen.

El vasco Julen Guerrero ha seguido las huellas de Guardiola hasta el podio del Trofeo Bravo pero sus actuaciones ante un público cosmopólita fueron restringidas por Javier Clemente que le puso en liza durante 135 minutos del Mundial.

Aquí se topa con otro tema espinoso. Resulta evidente que los siete primeros en la clasificación de 1994 acapararon votos a través de sus selecciones nacionales. La filosofía de Clemente no juzga el lucimiento individual como tema prioritario y la rumorología acerca de su alergia a las figuras se ventila desde la final de Leverkusen donde John Lauridsen e ilustre compañía vieron la derrota desde la grada. Para que un español recupere el Balón de Oro, es imprescindible un título internacional y aun así el énfasis de Clemente sobre la fuerza colectiva podría producir una réplica de la selección danesa que conquistó la Eurocopa de 1992 sin colocar a nadie más que el portero Schinéichel entre los diez primeros de la votación contitiental.

Clemente renuncia deliberadamente a la Quinta del Buitre, que no ganó nada, pero que, durante la década de los ochenta, creó una edad de bronce en las urnas europeas. Emilio Butragueño se hizo con el tercer puesto en las votaciones de 1986 y 1987 y Michel apareció en el cuarto puesto en 1987. Desde entonces los futbolistas españoles sólo han disfrutado de favores anecdóticos. En 1988, los tres puntos conseguidos por el madridista fueron proporcionados por un periodista húngaro y el votante español. Sus cinco puntos en 1989 fueron fruto de una mezcla similar y los dos puntos para Salinas llegaron procedentes de España. En 1990, los dos puntos para Martín Vázquez durante su etapa en el Torino también partieron del votante español. En 1991 apareció, para sorpresa general, el azulgrana Aitor Txiki Begiristain, cuyos tres puntos fueron otorgados por un periodista soviético.

Es decir que desde hace cinco años ningún futbolista español ha podido reunir los votos de más de uno de los corresponsales de la revista deportiva francesa France Football, que concede el Balón de Oro.

Durante el último lustro sólo un corresponsal de prensa danés y otro soviético han expresado su confianza en los jugadores españoles. El asunto resulta fascinante en un país donde los clubes punteros insisten en pedir a los extranjeros que marquen las diferencias.

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