Felicidades
Hay gente que incluso sin escuchar a Barrionuevo, se desasosiega mucho en estas fechas y te felicita las Pascuas en defensa propia. Luego, en casa, se ponen bondadosos, y hasta disfrutan diseñando el belén. Pero seguramente es imposible no transmitir a los niños, junto a la mueca de felicidad, la crispación interior que produce ese pacto entre la máscara y el rostro. Los que no tienen hijos se van a Nueva York con la fantasía de que allí no hay navidades, ni niños, y vuelven convencidos de haber saltado del 24 de diciembre al 7 de enero sin mojarse. Pero la verdad es que vuelven empapados y con la tarjeta de crédito hecha polvo.De manera que es mejor rendirse a la mueca feliz sin negar por eso la existencia de la tensión interior; a veces una y otra alcanzan un acuerdo saludable. Por otra parte, la Navidad es un territorio fronterizo, no ya entre un año y otro, sino entre lo que fuimos y lo que hemos llegado a ser. Eso es lo que da miedo de ella: la contabilidad. Los números de los fondos reservados, íntimos, no cuadran nunca. Pero en los territorios fronterizos hay monstruos a los que vale la pena conquistar. Cada vez que conquistas un monstruo ensanchas la frontera. Algunos, a base de conquistas, habían convertido la frontera en una franja motal; allí se construyeron una casa a la que era impensable que llegara Garzón a felicitarles las Pascuas.
De manera que el desasosiego es normal; yo mismo me he fumado tres cigarrillos mientras escribía esta columna bondadosa, cuando normalmente la liquido con uno. También me he levantado cuatro veces, la última para atender a los barrenderos, que venían a felicitarme las fiestas. Les he ofrecido un café, pero no querían, conversación, sino dinero. En cuanto a ustedes, no se asusten, ya acabo: felices Pascuas, en defensa propia.
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