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4.000 niños hacen 'la ola' al Rey

Los Reyes reciben un baño de multitudes en un polideportivo del sur de Madrid

Verónica, de 10 años, se quedó sola en el banquillo naranja. Con su moñito, sus párpados maquillados y su malla de gimnasia. Era la hora de la verdad, poco más de las 12.30 del mediodía en el polideportivo Fernando Martín, en Fuenlabrada (165.000 habitantes), una de las seis ciudades del sur de la región de Madrid que ayer visitaron los Reyes. Hoy continuarán su periplo por el sur deprimido de la capital de España, incluido el barrio chabolista de La Celsa.Las 22 compañeras de Verénica, del colegio Víctor Jara, armonizaban en alzar brazos, abrir piernas, deslizarse sobre el parqué ante sus reales invitados. Y Verónica, allí, tan apenada, con un esparadrapo en la ingle, el recuerdo de una operación de apendicitis culpable de su exilio. A un tiempo, decenas de niños con quimono se hacían llaves de yudo y la mosca de badmington se iba a uno y otro lado de la red.

Cuatro mil niños les jaleaban, 4.000 niños que dieron a don Juan Carlos y a doña Sofía el baño de multitud más impresionante de toda la gira, culpables del estruendo cuando entraron, cuando les hicieron la ola tres o cuatro veces. Los chavales llevaban allí dos horas y habían ensayado sin cesar. Los padres esperaban fuera, reventando la valla, como estaba Hortensia, la madre de Iván, un yudoka. Hortensia limpia y tiene a su marido inválido. Fue y le dijo al Rey, tomándole de la mano: "Que Dios los ilumine para guiarnos por el buen carnino". Sonó un claxon. La pista se vació y saltaron los dos equipos infantiles de baloncesto, y media docena de niños diminutos, vestidos de azul añil, se pusieron a hacer cabriolas sobre un trampolín elástico. Cuando saltaba Espe, de seis años, tan pequeñita y morena, tan nerviosa que se puso, la afición aplaudía con ganas. Y luego ella, hija de un policía y una peluquera, ni se acordaba del colegio en el que estudia. "San Esteban", le dijo un chavalín rubio, compañero de equipo. "Eso, San Esteban", musitó ella.

Todo aquel montaje deportivo había costado una semana de ensayos. Hubo kárate, tenis, voleibol, incluso ajedrez. En total participaban 16 escuelas deportivas. La guinda la iban a poner los jugadores del Fuenlabrada de baloncesto, un equipo de Primera División. Pero no pudieron jugar los 10 minutos previstos. Cuando faltaban dos, los Reyes rompieron el protocoló, se levantaron... y dieron la Vuelta al ruedo, en este caso, a la pista. Los pequeños karatekas se le colgaban del cuello al Rey; a Espe, la diminuta gimnasta, seguro que le cayó un real beso; las gradas se vaciaron de chiquillos que querían acercarse al Monarca, y el alcalde de Fuenlabrada, José Quintana (PSOE), presentó a don Juan Carlos el equipo de baloncesto que no pudo terminar su partidillo. Además, su hijo vestía la camiseta número siete. Total, que en Fuenlabrada, y con sus niños, fue donde más tiempo pasaron los Reyes.

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