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Entrevista:

"Un día pasarán por el teatro Buero Vallejo y dirán ¿quién era ese tío?"

El último Buero Vallejo es un teatro de Alcorcón inaugurado la semana pasada. La última de Buero, Las trampas del azar, se estrenó ayer en un teatro de Segovia. El dramaturgo Antonio Buero Vallejo (78 años) repone, además, en la cartelera madrileña una de sus obras más internacionales: El sueño de la razón.Pregunta. Dicen que se defiende de los elogios con suspicacia. En Alcorcón le han agasajado poniéndole su nombre a un teatro. ¿Cómo se lo ha tomado?

Respuesta. Con suspicacia. Lo agradezco, pero cuando pasen 20 ó 30 años, la gente que lea ese nombre dirá: "¿Quién era ese tío?"; o bien: "Mira a qué gilipollas le pusieron aquí su nombre". Por eso hay que tomarlo con una sana suspicacia.

El sueño de la razón, de Antonio Buero Vallejo, se representa hasta el 9 de octubre en el teatro María Guerrero

Calle de Tamayo y Baus, 4. Horario: a las 20.00. Entradas: de 1.400 a 2.200 pesetas.

P. ¿Su última obra, Las trampas del azar, también discurre en Madrid?

R. Dentro de un marco madrileño, los personajes se enfrentan a sus propias limitaciones e inconsecuencias. La obra descubre cómo unos fallan ante ellas y otros logran alentarla es peranza de mejorar.

P. ¿Le gustó su teatro de Alcorcón?

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R. Es bueno, grande, hermoso y bonito dentro de una arquitectura moderna feliz. Esperemos que no lo llenen sólo con cosas que no son teatro y dentro de esas bambalinas programen teatro del bueno.

P. ¿Madrid sigue poblado de listillos, troneras y solidarios impulsos?

R. En esta ciudad siempre ha habido unos mangantes de mucha categoría. Los del pasado eran más vistosos o asainetados y los de ahora están en la órbita de la barbaridad o de la droga, pero la solera es la misma. Y no sólo hablo de golfantes, sino de grandes caballeros.

P. ¿Y dónde están los solidarios?

R. Mientras no pasa nada, Madrid tiene ese abanico de gentes, pero cuando se enfrenta a una situación extrema demuestra ser un pueblo de gran categoría, capaz de cargarse a los mamelucos de Napoleón.

P. ¿Cuál fue la última de esas situaciones?

R. La última que yo recuerdo es la epopeya de la resistencia a las tropas de Franco.

P. ¿Cómo se traslada cada día a la Academia de la Lengua?

R. En taxi. Llevo toda mi vida usando taxis, y para mí es lo más cómodo. La ciudad tiene una circulación muy fastidiosa, pero desde mi casa [Buero vive en el barrio de Salamanca] hasta la Academia el camino suele estar bastante despejado.

P. ¿Se lleva bien con los taxistas?

R. Hay de todo en el gremio. La mayoría son agradables, pero otros se despachan enseguida despotricando del Gobierno y de que Franco era muy bueno. Yo los escucho en silencio y alguna vez opongo un tímido razonamiento.

P. Usted opina que la libertad no ha elevado el tono medio cultural. ¿Esto es aplicable a Madrid con sus sucesivos gobiernos municipales socialista y popular?

R. El nivel ha descendido, pero no porque haya entrado el PP en el gobierno de la ciudad, sino por un decaimiento cultural general de los madrileños. Nuestra vida cultural adolece de carencias, y eso ha ocurrido con unos y con otros.

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