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Ni angelitos, ni cruz, ni luto

Los tiempos ya no son lo que eran. Las esquelas mortuorias están renunciando cada vez más a su tradidonal q.e.p.d. (que en paz descanse). Tampoco prolifera ya el antiguo confortado con los santos Sacramentos. La Cruz no siempre corona el nombre del fallecido. Y el niño apenas si puede disfrutar ya del angelito anunciando el salto inocente hacia los brazos del Señor. He aquí algunos de los resultados de los cambios de actitud ante la muerte en España según las conclusiones de la tesis doctoral Muerte, esquelas y sociedad, que acaba de recibir el cum laude de un tribunal de la Universidad Complutense de Madrid, escrita por el periodista Antonio Belmonte.En el pasado, las esquelas reflejaban los intereses publicitarios de una burguesía militar, eclesiástica y profesional, fieles imitadores del tarjetón personal que inventó la aristocracia. "Surge la esquela cuando surge la prensa", afirma Antonio Belmonte. Representaban grandes o pequeñas parcelas de publicidad que no eran sino un fiel reflejo de la condición social del fallecido.

La primera esquela mortuoria publicada en la prensa española data de mediados de los años cuarenta del siglo pasado. Apareció en el Diario de las Novedades de Madrid. Con el cambio de siglo llegó su belle époque y diarios como La Vanguardia publicaban las esquelas en primera página y a toda página. En su trayectoria, fueron pasando de un lugar a otro, dentro de la sección de anuncios, envueltas en fervores, desconsuelo familiar y bendiciones eclesiales... Hasta llegar a nuestros días donde se está perdiendo el carácter escatológico y religioso. Lo retórico y el grafismo barroco han dado paso al laicismo y lo funcional; y la lista de la familia, compañeros de trabajo, amigos o la dirección de la empresa ha sustituido al encaje de creencias y elevadas intenciones. Los cambios de hoy se deben a una vanguardia que avanza, que con formas alejadas de lo religioso, dan paso a fórmulas cívicas, de carácter profesional, amistoso, o solidario. "Va aparejado con el valor social de la muerte y su proceso histórico", dice Belmonte. "Hay un vanguardismo que viene marcado por las capas sociales más cultas y avanzadas donde, por ejemplo, se aparta a los niños de la muerte real, aunque se les llene de violencia y asesinato en la ficción", dice Belmonte.

Las mujeres, que incorporaron su parcelita en la prensa 50 años después que los hombres, disfrutan ya de un espacio gráfico en igualdad de condiciones.

Hoy las mujeres disfrutan ya del mismo espacio gráfico que los hombres. "Al principio", dice Belmonte, "sólo era el padre el que aparecía. Después, los hijos varones herederos del negocio o fortuna. Más adelante, las mujeres casadas. Y, cuando se extendió a las solteras, primero se beneficiaron las monjas".

La esquela es para Belmonte, la expresión en prensa de la muerte cotidiana a través de un mecanismo publicitario. Pero el que paga la esquela, tampoco ve hoy reflejados sus deseos porque hay una homogeneización de los textos, sujetos al espacio de los módulos de los periódicos. La familia casi nunca tramita directamente la esquela con el diario, lo hace a través de la funeraria".

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