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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Segunda fila

Poco acertadas han sido las palabras del señor alcalde al enjuiciar el acto de aparcar en segunda fila.Los que para acudir a su trabajo, realizar múltiples gestiones..., cansados de dar vueltas, perder el tiempo y por fin aparcar, forzosamente y a disgusto, en segunda fila, entienden que quienes se benefician de parte de esas gestiones y trabajo y tienen la obligación de resolverles esta dificultad son los menos indicados a pronunciarlas.

Los ciudadanos compran un coche, se les admite su matriculación, pagan sus impuestos y se consideran acreedores, en justicia, a poder circular y aparcar.

Nos cita el señor alcalde los aparcamientos subterráneos, que evidentemente cubren una necesidad (cuando se encuentran próximos, las estancias son prolongadas y los medios económicos lo permiten).

A este tema, quiero informar al señor alcalde que el plan de los que existen fue propuesto por el que suscribe y aprobado por el Ayuntamiento, según copia del proyecto y ' correspondencia con el señor conde de Mayalde, [ex alcalde de Madrid] en mi poder, y desde entonces no se ha multiplicado por cien, pero sí la necesidad. En cuanto a los residentes, resuelven una comodidad, no una necesidad. Si al menos fueran mixtos, de día, cuando son necesarios, no estarían, podríamos decir, vacíos.

Aparcamientos en superficie son los que urge resolver, y no con la grúa.

Existen en Madrid más de cien calles o avenidas con aceras de seis a 10 metros que permiten dedicar tres metros a aparcar en batería (avenida del Mediterráneo, Costa Rica, Alberto Alcocer, Ramón y Cajal, Concha Espina, Ortega y Gasset, Diego de León, Doctor Arce, Conde de Peñalver, etcétera).

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Existen otras, más de doscientas, en que, restándoles metro y medio y sumándolo al espacio que hoy ocupa aparcar en línea, doblamos el número de plazas, sin perjuicio para el peatón, que también lo somos los que forzosamente, y contra nuestro deseo, aparcamos mal.

Tres coches en batería ocupan lo que coche y medio en línea. Doblaríamos el número de plazas de aparcar bien: unas 30.000.

Solución correcta, propuesta y ya adoptada en los finales de Príncipe de Vergara, Castellana y otros. Otros espacios en plazas ajardinadas o sin ajardinar (algunos basureros), restando algo más de un metro a su perímetro, permitirían el aparcamiento en batería en su entorno.

Parte baja de los pasos elevados (absurdamente prohibidos en algunos casos), espacios reservados para políticos y funcionarios que, en la imposibilidad de hacerlo con todos (empleados), es una clara injusticia, o aparcamientos realizados en suelo y con fondos públicos para beneficio de unos, y no de todos (lo que supone un agravio comparativo entre los que cobran y los que pagan), representarían otros tántos millares de plazas.

Si para realizar estos trabajos de transformar la mayoría de los aparcamientos en batería (en línea se pierde el 50%) son necesarios fondos, los automovilistas aceptarán de buen grado una subida en el impuesto, más barato que una visita al año de la grúa-

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