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Entrevista:

"En el Ártico no eché nada de menos Madrid"

Antonio Jiménez Barca

Este madrileño está hecho de una pasta rara. Dice que no le cuadran las etiquetas y es verdad: uno no sabe qué poner en el epígrafe de la profesión. Hace tres años, cuando tenía 30 abandonó una empresa en la que ganaba bastante dinero y con otros tres amigos se fue al Polo Norte. Atravesaron el Ártico desde Groenlandia hasta Alaska (14.000 kilómetros) utilizando los medios de transporte empleados por los esquimales: trineos, kayaks, esquís y piernas. En abril del año pasado terminó el viaje (1.117 días) y desde entonces no para de dar conferencias. Como Marco Polo o Simbad el Marino, sabe que una aventura de verdad no termina hasta que no se cuenta. Por eso, acaba de publicar, junto a sus compañeros de expedición, el libro A través del Artico.Pregunta. Después de tres años en el Ártico se debe cambiar bastante, ¿no?

Respuesta. Sí; miras todo de una manera diferente. Y lo que he encontrado es que la gente aquí es muy superficial. Todo el mundo habla de lo mismo: el paro, la letra del piso, el coche nuevo. Pero, ¿qué pasó con la vida? Allí, en el Ártico, la gente me preguntaba sobre lo que era, o sobre lo que no era. Hablan mucho de los matrimonios, te lo cuentan todo. Aquí, si tú preguntas a alguien sobre su vida o sus amores te miran como si fueras un cotilla o un loco.

P. ¿Y cómo era esa vida menos superficial en el Polo?

R. Cada día era una prueba de supervivencia. Los problemas eran más graves que aquí: lobos, osos, quedarte sin comida, perderte.... pero más simples. Allí no había medias tintas. La mayor dificultad, y la mejor experiencia también, fue la convivencia constante con tus compañeros de travesía, a los que tienes que ver a todas horas. Entonces salen a relucir todas tus bajezas.

P. ¿Por qué se fue?

R. No lo sé. Lo que te lleva a una expedición de este tipo es algo que ni tú mismo conoces. Supongo que es un no encontrar respuestas aquí. En nuestra sociedad, todas las ciudades se parecen. Madrid, a fin de cuentas, es igual a Ciudad Real, igual a Londres.

P. ¿Encontró las respuestas?

R. Algunas si.

P. ¿Y por qué volvió?

R. Tenla compromisos. Conferencias. Con el dinero que ganamos con las charlas hemos creado un Centro de Estudios Polares. Pero, además, dar conferencias es bueno. Contar la aventura es casi tan importante como vivirla.

P. ¿Cómo era el trato con los esquimales?

R. Excelente. Siempre intentamos (y a veces conseguimos) adaptarnos a su manera de vivír. Incluso nos vestimos con sus ropas y cazamos como ellos. Pero a veces, cuando les contábamos lo que queríamos hacer, nos miraban como si estuviéramos chalados. Tampoco ellos entendían que pudiéramos viajar por el mero placer de hacerlo, y yo he comprobado que se puede disfrutar a 50 grados bajo cero y casi sin comida.

P. ¿Qué echó de menos de Madrid viviendo allí?

R. Absolutamente nada. Cuando haces un viaje de tres meses nunca te vas del todo, porque cuando te acostumbras te tienes que ir. Pero si el viaje dura tres años y te gusta ese modo de vida, ya no piensas en volver. Lo que me cuesta es estar aquí. No sé si podré habituarme.

P. ¿Y qué echa de menos ahora, en Madrid?

R. La libertad., Así de simple.

P. Entonces, ¿volverá a irse?

R. Sí; pero no con una expedición con patrocinador y responsabilidades. Simplemente, un día, cogeré los perros y el trineo y seguiré viajando.

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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