Asalto al poder sin pértiga
"No soy culpable de ser un mito". Te lo dice susurrando las palabras, recién victorioso de su asalto al Banesto. Y te acompaña su ideario de un rosario de cifras, de planes novedosos, de proyectos industriales. Resulta difícil resistirse a su mirada vertiginosa y penetrante. Pocos lo han logrado. Esta óptima combinación de abogado del Estado y encantador de serpientes apenas se ha prodigado en España. Buscas vidas paralelas, como los cIásicos griegos. ¿Adolfo Suárez? El logró convertir el mal vino de Caná en buen reserva. Ahí radica la diferencia. Adolfo, silencioso, orgulloso y humilde, quiso y supo. Mario, ruidoso y pletórico, sucumbe en el océano de números implacables. Quiere asaltar el poder. Le sobran hagiógrafos, aduladores y admiradoras. Le falta una pértiga suficiente: la gestión, los resultados, la pequeña modestia del negocio cotidiano. Quizá no quiere ser mito. Pero permite que otros se lo construyan.Nace en 1948, en la villa pontevedresa de Tuy, excelente ubicación temporal y geográfica para volar sin las amarras del pasado. Listo como la anguila y rápido como una calculadora. A los 25 años, dos después de licenciarse como número uno de su promoción con los jesuitas de Deusto, gana la plaza de abogado del Estado. Es número uno en la oposición. En 1977, Juan Abelló lo contrata para que le ayude a gestionar su empresa farmacéutica, Laboratorios Abelló. Conde, alérgico a los segundos planos, le advierte: no ejercerá más funciones que las ejecutivas. Al poco se convierte en director general adjunto.
Abandona la compañía de Abelló en 1981 para instalar, junto con otros colegas de profesión, su propio bufete de abogados. Regresa muy pronto, en 1982. Abelló le reclama para negociar la venta de la empresa, lo que culmina en septiembre de 1983, endosando la fábrica del antigripal Frenadol a la multinacional norteamericana Merck Sharp & Dohme. Entra a participar en el capital de Antibióticos, al comprar el 14% que en la sociedad posee uno de sus socios fundadores, el Instituto Llorente. 1711 paquete de acciones adquirido se reparte a partes iguales entre él mismo y Abelló. El tándem se hace paulatinamente con los mandos de la empresa hasta controlarla totalmente en 1985. Virtuoso de lo comercial, vende Antibióticos a la milanesa Montedison, en febrero/marzo de 1987. Obtiene una cantidad que representa 23 veces los beneficios netos de la firma española: 58.200 millones de pesetas. Por fin ha llegado la pértiga. ¿Bastante larga?
Conde invierte las plusvalías obtenidas en Banesto. Es el gran reto. El reto del asalto al poder, al sagrario de las finanzas de toda, la vida, aquél Crédit Mobilier de 1901, convertido en santo y seña de la restauración financiera y del franquismo económico. El emporio de las grandes familias, terratenientes y ex ministros que se suceden por vía dinástico-cinegética. En octubre de 1987 logra entrar con Abelló en el sancta sanctórum, el consejo de administración. Se encarama a la vicepresidencia de la entidad, sustituyendo a López de Letona, gracias al apoyo de las viejas herencias temerosas del rigor que predica el Banco de España, las auditorías financieras frente al terciopelo de los apellidos. Oteando coyunturas y labrando alianzas pro domo sua obtiene la presidencia el 16 de diciembre: es el único "capaz de enfrentarse" a las exigencias de la plaza de Cibeles.La lucha exige todo tipo de corazas. ¿Desbordar a la autoridad monetaria, que exige saneamiento (100.000 millones hasta 1987, algo así como el triple largo después) y rigor de humildes manguitos? Es fácil: además de jubilar a los viejos santones -don Pablo, es decir, Pablo Garnica y Mansi, y casi todos los suyos-, habrá que incorporar a consejeros de estirpe socialista-socialista. Como Paulina Beato. O Juan Belloso, en calidad de consejero ejecutivo. Y, sobre todo, ofrecer doctrina distinta a la dominante. Frente a! cumplimiento de coeficientes y el imperativo de hacer banca-banca comercial, un nuevo discurso. A saber, "si Banesto pierde el control de su grupo industrial, no tendrá ahí una fuente de negocio bancario", declara. ¿Banca mixta alemana? En todo caso, finanzas al servicio del mundo de la empresa. Una perspectiva golosa, apta para encandilar a izquierdas, profesionales y modernos.
Pero el zapato aprieta. El negocio típico bancario apenas da de sí. La modernización e informatización del grupo choca con resistencias históricas. El yuppismo propio de la era de la economía de la burbuja les es un envite demasiado fuerte. Y por tanto, hay que vender las joyas industriales de la corona, aunque sea poco a poco, contra lo que antes ha predicado. La guerra del Golfo es una mala noticia para Mario Conde. Precipita una crisis bursátil que le atará de manos y pies. Todas sus previsiones de enajenar parcial y ordenadamente la corporación industrial del banco se desvanecen. Petromed, a British Petroleum; La Unión y el Fénix -a tramos-, a Assurances Génerales de France; Banc Catalá de Crédit, Carburos Metálicos, Acerinox... Todas las joyas que justificaban la corona y la pértiga van acabando, sin orden, en otras manos.
Y sin embargo, nada de esto será suficiente. Hay que doblar la apuesta. Cumplir con la autoridad monetaria y reforzar los coeficientes y la situación de desequilibrio patrimonial. ¿Cómo hacerlo? Agotados los caminos domésticos, apenas queda salida. Apenas para el común de los mortales. Pero Mario Conde cabalga a lomos de tigre. Persigue el apoyo norteamericano, ayuno de inversiones de futuro. ¿Se juntan el hambre, y las ganas de comer? J. P. Morgan, el primer banco de negocios del mundo, busca terredo en barbecho, pero fértil a largo plazo, para sus inversiones y las de sus fondos asociados. Y diseñan en comandita una ampliación cercana a los 130.000 millones de pesetas. Menudo aval. La comunidad financiera parpadea de admiración. Los hagiógrafos, venga a desparramar tinta. Y sin embargo, la plataforma flojea. El aburrido descuento, la miserable hipoteca, el crédito a la pequeña empresa, ese gris terreno de los banqueros desde que se fundase la taula de canvi, no levantan altura: será paja, pero no pértiga. Ni siquiera dan para dividendo. El negocio típico se ha hecho tan inusual que las soluciones deben ser también atípicas.
El asalto al poder ¿primero, financiero; político, después?, una aventura. Le han fallado todas las cuentas. "Si ves que tu enemigo ha caído por la borda, tírale un ancla", solía decir Mario Conde. No le seguirán sus fieles. Ahora, del mito, harán astillas hasta los entusiastas. Aves carroñeras.
Tu suscripción se está usando en otro dispositivo
¿Quieres añadir otro usuario a tu suscripción?
Si continúas leyendo en este dispositivo, no se podrá leer en el otro.
FlechaTu suscripción se está usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PAÍS desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripción a la modalidad Premium, así podrás añadir otro usuario. Cada uno accederá con su propia cuenta de email, lo que os permitirá personalizar vuestra experiencia en EL PAÍS.
En el caso de no saber quién está usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contraseña aquí.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrará en tu dispositivo y en el de la otra persona que está usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aquí los términos y condiciones de la suscripción digital.
Archivado En
- Caso Banesto
- Mario Conde
- Banco de España
- Consejo administración
- Banesto
- Opinión
- Cultura empresarial
- Tráfico órganos
- Cuenta resultados
- Política financiera
- Corrupción política
- Política económica
- Bancos
- Delitos contra salud pública
- Corrupción
- Casos judiciales
- Derecho
- Sucesos
- Gente
- Proceso judicial
- Delitos
- Banca
- Empresas
- Justicia
- Finanzas