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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

No basta lamentarlo

ONCE AÑOS hacía que no se producía un crecimiento mensual del paro como el registrado en octubre pasado: a un ritmo de 3.000 personas por día, ha engrosado la bolsa del desempleo, situando la tasa de paro registrado en el 17,2%. Si se toma como referencia octubre del pasado año, el paro ha crecido a razón de un millar de personas al día, aumentando la cifra total en 356.000. Tales son los datos desnudos. Es cierto que, en teoría, crecimientos todavía altos del número de parados pueden ser compatibles con expectativas de reactivación inmediata, como ocurrió a mediados de los ochenta. Pero no podemos saber si tal es el caso. Más bien tendía a admitirse que la fase dura del ajuste estaba a nuestras espaldas, lo que permitía acometer medidas en positivo -como la reforma del mercado de trabajo-, tendentes a favorecer la contratación en la fase de expansión. Pero los datos ayer conocidos aumentan la incertidumbre, y nadie puede asegurar que síntomas como el buen comportamiento de la inflación, el crecimiento del sector exterior y una ligera reactivación en la construcción anuncien realmente que la crisis ha tocado fondo.Del total de personas añadidas en octubre a la lista del paro, el 64% lo han sido por finalización del contrato y sólo el 7% por despidos o regulaciones de empleo. El dato ha sido subrayado por el secretario general de Empleo para desmentir cualquier relación entre el espectacular crecimiento del paro registrado y el anuncio de la próxima modificación de la legislación sobre despidos en el sentido de hacer incompatible la percepción de la indemnización y el cobro del seguro de desempleo. Tal desmentida casa mal con la decisión, comunicada la víspera a los interlocutores del pacto social, de eliminar esa medida. Y en todo caso, más bien resultaría tranquilizador saber que ésa es la causa: que algunos empresarios han negociado con sus empleados adelantar despidos -antes de que entre en vigor la medida- a cambio de pagar indemnizaciones menores. Los sindicatos aseguran que esa situación ha afectado ya a decenas de miles de trabajadores y que no dejará de reflejarse en las cifras del paro de noviembre.

Pero si la causa del espectacular aumento no es ésa, ¿cuál es? Es cierto que octubre es casi siempre un mal mes para el empleo, porque es la época en que, tras el verano, se apuntan al paro los jóvenes que han acabado sus estudios el año anterior y no encuentran trabajo. Pero los 11.161 parados que buscan su primer empleo contabilizados por el Inem en octubre suponen un crecimiento de apenas el 2,5% respecto al mes anterior, por lo que no parece ser ésa la causa principal. El incremento registrado en los servicios (del 6%) y el hecho de que la mayor subida por regiones corresponda a Baleares apuntan a una incidencia de factores estacionales relacionados con el turismo. Pero lo más significativo es que 64 de cada 100 nuevos parados lo hayan sido, en el conjunto de sectores, por extinción de contratos.

Ello remite a la característica más específica del mercado de trabajo en España: su dualidad. La existencia en una misma empresa de trabajadores fijos y' eventuales permite a los primeros mantener salarios al alza incluso en situaciones de crisis, en la seguridad de que los eventuales harán de colchón del ajuste antes de ver amenazado su propio empleo. La no renovación de los contratos a término es, al menos en parte, el resultado de esa dinámica. Luego, hay un problema específico de mercado de trabajo, aunque sea cierto que no puede resolverse, especialmente mientras no haya garantías de que la recuperación es un hecho, mediante el simple abaratamiento del despido. Pero porque la situación es tan dramática como ayer dijeron todos los participantes en la negociación social, no basta con lamentarlo -con el aire de quien piensa que el desastre le carga de razón- y responsabilizar a los otros. No basta cuando está abierta una mesa negociadora sobre, precisamente, la reforma del mercado laboral y, la política de rentas, de que depende en buena medida la recuperación del empleo.

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