_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Andreotti

Carta de Italia y un dossier Andreotti con los textos completos de las acusaciones de los jueces de Palermo. El incombustible e inevitable Andreotti lo tiene crudo, ya más acá de la antigua presunción picaresca de que Andreotti era el gran padrino de todo: KGB, CIA, Mafia, masonería, Vaticano... lo que le echaran. Hay personajes que llevan tras de sí plurales sombras de sus plurales misterios, y otros personajes, en cambio, cuando miran hacia atrás descubren, como los críticos, según Steiner, la sombra de un eunuco. Andreotti está teóricamente por encima de cualquier sospecha y en la práctica bajo toda clase de sospechas. Su previsible hundimiento político, así como el de Craxi, se presagia como el símbolo de la caída de un orden nacional estatal italiano creado por la guerra fría y la dialéctica Norte-Sur.Pero cuidado. Italia es en estos momentos tan hija de su lógica interna histórica como referente de una relación política-ciudadanía que puede perfectamente extrapolarse como reflejo de la crisis de la democracia cuando el cuarteto de cámara de los cuatro poderes suena cada uno por su cuenta a rebato del toque de exterminio. Es entonces cuando el ciudadano sólo percibe la sospecha de que le han afeitado la soberanía, como a Sansón la cabellera y al rey Wamba las barbas, es decir, que alguien le ha tomado o le está tomando el pelo por su bien, por su bien común, naturalmente, y sobre todo, en el caso de Andreotti, de la Democracia Cristiana, no lo olvidemos, una de las principales creadoras de la filosofía del bien común que más tarde o más temprano enseña su condición de ser el menos común de los bienes. Una coartada que manosean los cuatro poderes en un sistema democrático cansado, tan peligrosamente cansado de sí mismo que se juega a la ruleta rusa su deteriorada credibilidad.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_