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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Suicidio asesino

LOS GRUPOS de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO), ese núcleo de desesperados unidos por oscuros lazos de sangre -nada une tanto como el crimen compartido-, han vuelto a matar. Las circunstancias de la acción de Zaragoza, que incluían un riesgo desproporcionado para los propios autores, remiten a esa forma especial de crimen en el que asesino y víctima coinciden: el suicidio, que de forma más o menos consciente forma parte de la lógica que mueve al terrorista. Con la característica, sin embargo, de que esa pulsión va acompañada por la voluntad de asociar a otras personas a su trágico destino: hace tres años, al médico de Zaragoza que había tratado de evitar la muerte de unos activistas en huelga de hambre; el pasado miércoles, en la misma ciudad, a los ocupantes del furgón que atracaban.Uno de los tópicos más persistentes de los últimos años es el de considerar "misterioso" el origen de los GRAPO, y referirse a ellos, cada: vez que realizan un atentado, en términos de "sorprendente reaparición", el "Guadiana terrorista", etcétera. A veces incluso se repite eso de "tantas veces desarticulado, según las autoridades". Los GRAPO son un grupo clandestino, y por tanto, cada vez que emerge, lo hacen de la sombra; pero es todo menos misterioso: se conoce cuándo nació, quiénes fueron sus fundadores -miembros de un grupúsculo maoísta llamado PCEr, desgajado de otro anterior llamado OMLE, escindido a su vez del PCEml, etcétera- Los nombres de sus componentes están, con sus fotografías, en todas las estaciones, y nunca, al menos en los últimos 10 o 12 años, han dicho las autoridades que lo considerasen desarticulado (y sí, precisamente, lo contrario: que no lo estaba y que podía seguir actuando, porque matar es algo que no necesita de medios especialmente, costosos). Antiguos miembros de los GRAPO han publicado libros sobre la sangrienta trayectoria del grupo, y merced a ellos se conocen detalles muy reveladores sobre la psicología de su jefe, un sujeto que se hace llamar camarada Arenas, que vive clandestinamente en Francia, y al que sus compañeros encarcelados se referían con el apelativo de El Gran Demente.

Al hablar del "fantasmagórico" grupo, cuyas razones son "incomprensibles", se está transmitiendo la falsa idea de que otros grupos terroristas (ETA, por ejemplo, cuyos atentados suelen ser ejecutados con más medios) sí tendrían razones comprensibles y fines admisibles para actuar como lo hacen. Hay incluso quienes van más allá, y tras relacionar datos, fechas, circunstancias, concluyen que los males que supuestamente denuncian con sus atentados -el paro, los recortes de las prestaciones, etcétera- constituyen el "caldo de cultivo" en el que germina la violencia. Pero ocurre que nada estimula tanto a los activistas para seguir en la brecha, hasta morir con las botas puestas, como el descubrimiento de que hay personas influyentes capaces de hallar algún sentido a lo que hacen.

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