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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Las guerras de Rusia

EL CONFLICTO que hace poco más de una semana estalló entre Osetia del Norte e Ingushetia, en el norte del Cáucaso, plantea una serie de interrogantes sobre el porvenir de Rusia, de difícil contestación. ¿Podrá dicho país evitar la desintegración como Estado? ¿Amenaza la guerra del norte del Cáucaso la integridad de Rusia? ¿Está condenada la Federación Rusa a correr la suerte de la URSS, pero ya no pacíficamente, sino como resultado de una sangrienta conflagración? Problemas complejos, a los que Yeltsin deberá dedicar las mayores de sus energías, con el añadido de no poder descuidar el resto de los problemas económicos, políticos y sociales que le acosan.Las raíces de este conflicto hay que buscarlas en la trágica historia soviética. En 1944, Stalin ordenó la deportación de los ingushes y chechenos, pueblos a los que acusó de haber colaborado con los nazis. La República Autónoma Socialista Soviética de Checheno-Ingushetia, que había nacido de la fusión de las provincias autónomas de Ingushetia y Chechenia, dejó de existir. Fue entonces cuando los territorios ingushes -el distrito de Prígorodril y parte del de Malgobek- pasaron a poder de Osetia de Norte. En 1957 se restableció dicha república, y en 1991 fue aprobada la ley de rehabilitación de los pueblos reprimidos. Los ingushes, que en este año de 1992 comenzaron su proceso de separación de los chechenos, piden, basándose en esta ley, que se les devuelvan los territorios que les pertenecían antes de la II Guerra Mundial.

La frontera caucásica es una de las más frágiles de la Federación Rusa, una fragilidad política, no geográfica. El Cáucaso del Norte fue conquistado por el imperio ruso en el siglo XIX. Pueblos guerreros y en su mayoría musulmanes, los montañeses del Cáucaso opusieron una feroz resistencia, y una vez integrados en el imperio, organizaron más de una rebelión. Hoy han vuelto a cundir los ánimos antirrusos entre algunos de estos pueblos. Los primeros en romper con Moscú fueron los chechenos, que se declararon independientes y no firmaron el Tratado de la Federación. En Chechenia tiene su sede la Confederación de los Pueblos del Cáucaso, cuyo sueño es restablecer la República Montañesa que existió después de la revolución bolchevique (hasta 1924) y unió a los pueblos del norte del Cáucaso. Hoy, sus voluntarios combaten, junto con los abjazos, a los georgianos. Y los chechenos ya han advertido que tomarán las armas para ayudar a "sus hermanos ingushes".

Borís Yeltsin, presidente ruso, reaccionó con prontitud ante el primer conflicto armado dentro de sus fronteras con el envío de 3.000 hombres con la misión de pacificar la zona. Los rusos, sin embargo, no se limitaron a actuar como una fuerza de interposición, sino que se pusieron del lado de los osetios y expulsaron a los combatientes ingushes de las aldeas que habían tomado. Esta decisión probablemente conducirá a un aumento de los ánimos antirrusos entre los pueblos musulmanes del Cáucaso -los osetios son, en su mayoría, cristianos- y puede inducir a algunas otras autonomías a seguir el ejemplo de Chechenia.

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Pero no es el Cáucaso del Norte el único punto débil de la Federación Rusa. Los especialistas han determinado decenas de posibles focos de conflictos interétnicos y territoriales en Rusia, que pueden sumir al país en un caos similar al que hoy reina en Tayikistán. Por si esto fuera poco, hay repúblicas reticentes a seguir formando parte de la Federación Rusa. No sólo Chechenia no Firmó el Tratado de la Federación. Tampoco lo hizo Tatarstán, situado en el corazón de la Rusia europea. Y antes de estampar sus firmas se lo pensaron mucho Bashkiria y Yakutia.

Yeltsin, al parecer, ha comprendido los fallos del Gobierno en la política interétnica. A ello seguramente obedece la decisión de destituir a su consejera Galina Staravóitova y nombrar presidente del Comité Estatal de las Nacionalidades, con categoría de viceprimer ministro, al brillante jurista Serguéi Shajrái. Shajrái fue uno los autores del Acuerdo de Minsk, que puso fin a la URSS, y personaje clave en el divorcio pacífico de los países que la formaban. Gracias a él, en gran medida, las discrepancias con Ucrania no degeneraron en un conflicto armado. La tarea que enfrenta es difícil: evitar una nueva guerra del Cáucaso y preservar la Federación Rusa.

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