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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Superpoblación

LA CUMBRE de Río se está desarrollando, a grandes rasgos, como se había previsto. Es pronto para hacer un balance definitivo de la misma, de los convenios internacionales que se ratifiquen, del contenido de los mismos y de su proyección. No obstante, se sabe ya que uno de los mayores problemas que afectan al planeta y condicionan su futuro ha sido orillado en las discusiones: la superpoblación.La Iglesia católica, que ha concurrido a la cumbre de Río en cuanto Estado del Vaticano, ha sido señalada por muchos como la principal causante de que en los documentos presentados a dicusión apenas se hable de políticas demográficas. Seguramente la constancia mostrada por el Estado del Vaticano en contra de las cuestiones de planificación familiar tenga que ver, simultáneamente, con su moral y con sus intereses en cuanto confesión religiosa con fuerte implantación mundial: su crecimiento potencial hace tiempo que surge de los países de mayor aumento de natalidad de África y de América Latina.

La cuestión demográfica debería ser abordáda desde la preocupación de unos pueblos que encuentran en su galopante crecimiento uno de los obstáculos más formidables a su desarrollo económico y social. La moral de una confesión religiosa determinada puede obligar en conciencia a sus seguidores, pero no puede gozar de veto en una conferencia mundial cuyas decisiones afectan a miles de millones de hombres que no se sienten concernidos por esas. reglas. Unos datos sitúan descarnadamente el problema. en 1990, cerca de 1.200 millones de personas -el 23% de la humanidad- vivían en un estado de pobreza absoluta. En la presente década está previsto un aumento de la población mundial de 100 millones de personas al año, que engrosarán fundamentalmente las poblaciones de los países más pobres. A más largo plazo, las perspectivas son igualmente demoledoras: el 95% del aumento de la población previsto para los próximos 25 años seguirá teniendo lugar en los países en vías de desarrollo. Ninguna consideración moral o doctrina política pueden justificar una situación que hunde cada vez más en la miseria a enormes capas de la población del planeta.

Es cierto que la superpoblación no es el único obstáculo para un progreso económico y social sostenible en aquellos países que desean superar el subdesarrollo. Sin embargo, sí es uno de los más conocidos y cuantificados. Es decir, de los que tienen solución más clara. Para ello es necesario asumir, y compartir, la conciencia de su importancia, lo que conlleva ineludiblemente la ayuda de quienes han resuelto ya el problema -los países industrializados- y de los organismos supranacionales políticos y económicos, como la ONU y el Banco Mundial. Si se agregan los líderes religiosos y de opinión, todo irá mejor. Demografía, natalidad, control, ayudas, desarrollo económico y tecnología conforman, sin duda, una de las opciones más razonables para convertir el planeta Tierra en un lugar habitable. Un mundo en el que las creencias, las convicciones -religiosas o laicas- no impongan desde la intolerancia o desde la acumulación insolidaria las condiciones precisas para la autodestrucción.

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