Antes y después de Briceño
Hace 60 años Villaverde Bajo era in pueblo rodeado de huertas en manos de 12 terratenientes. La calle de Juan José Martínez Seco, que viene a ser como la Castellana de Villaverde Bajo,Debe su nombre a uno de aquellos propietarios, igual que la de Encarnación Oviols y tantas Aras.
El barrio se ha convertido ahora en un lugar fronterizo circundado por autopistas y vías de tren, castigado por la droga y el hedor de una depuradora que se respira en todas sus calles. Un sábado de septiembre del año pasado saltó a las páginas de los periódicos gracias a la acción de 40 encapuchados que en la oscuridad de la noche quemaron una caseta. Era como el piso piloto del asentamiento que la Comunidad y el Ayuntamiento de Madrid construían en Los Molinos, un descampado cercano que años atrás fue un vertedero. Los planes administrativos eran los de realojar allí a varias familias chabolistas, 88 de ellas gitanas.
Entonces, cuando casi nadie lo conocía en Los Rosales, llegó Nicanor Briceño desde Perales del Río, un barrio cercano con similares problemas. En tres días se convirtió en el líder indiscutible del barrio. Un titular de prensa los bautizó como nicanores y, desde entonces, siempre que se habla de ellos surge la palabra racismo.
Hombres, mujeres y niños se enfrentaron a la policía, vivieron en tiendas de campaña y organizaron decenas de manifestaciones. Provocaron debates, plenos parlamentarios y contraórdenes de los políticos. El malestar ya existía antes de Nicanor, pero nunca en el barrio se llegó tan lejos. La historia de Villaverde, para bien o para mal, pasará a escribirse antes y después de Nicanor Briceño.
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