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Malos tiempos para la Lloyd's

Pérdidas de 250.000 millones de pesetas en el mítico mercado de seguros londinense

Enric González

Algo cruje en Lloyd's of London. El mítico mercado de seguros londinense, con tres siglos de historia y una solvencia presuntamente indiscutible, nada en un mar de pérdidas. Las de 1989, que se darán a conocer oficialmente dentro de unos meses, podrían superar los 250.000 millones de pesetas. Los números rojos han demostrado que los Nombres -los ciudadanos adinerados que han sostenido Lloyd's hasta hoy- sólo están dispuestos a jugar cuando es imposible perder. Con los malos tiempos llegan también las sospechas de corrupción generalizada.

Toda la solvencia de Lloyd's, cuyos recursos rondan los 1,5 billones de pesetas. procede de los Nombres. El Nombre es un ciudadano de solvencia reconocida al que se permite entrar en el mercado de los reaseguros, con una apuesta mínima de 50 millones de pesetas. El Nombre aporta propiedades particulares como aval, que pasan a engrosar los recursos del mercado en caso'de emergencia. El sistema funciona sierripre que no haya pérdidas. Si las hay, como sucede ahora, el Nombre se resiste a pagar: su casa es de su esposa, su finca rústica es de la suegra, y el Rolls-Royce es del chófer. Si Lloyd's presiona, el Nombre acude a los tribunales.Un juez de Londres emitió hace una semana la primera sentencia favorable a uno de los 300 sindicatos en que se organizan los Nombres. Lloyd's, según la sentencia, debía indemnizar a dichos Nombres -entre los que figuraban personalidades tan conocidas como la de Edward Heath, ex primer ministro conservador- por haber depositado sobre sus cajas fuertes, de forma fraudulenta, una "carga excesiva". La sentencia fue acogida clamorosamente en el Parlamento de Westminster, cuya hostilidad hacia Lloyd's es fácilmente comprensible: al menos 60 diputados conservadores son Nombres de Lloyd,s y están amenazados con perderlo todo.

Ser Nombre de Lloyd's no sólo proporcionaba prestigio social. Era también la forma más fácil de ganar dinero en la City. La larguísima cadena de reaseguros en cada expediente garantizaba, en teoría, una fácil absorción de los siniestros. Pero las cosas cambiaron desde mediados de los años 80. Algunos jueces, sobre todo en Estados Unidos, consideraron oportuno imponer sensacionales indemnizaciones en casos de contaminación industrial. La naturaleza, mientras, desencadenó varias de las catástrofes naturales más graves del siglo.

Cadena de reaseguros

La cadena de reaseguros resultó no ser efectiva cuando las pérdidas se amontonaban. Algunos sospechan que tanto reaseguro no era más que un arreglo de agentes y Nombres para que nadie se quedara sin cobrar un porcentaje de cada expediente. Cuando las reclamaciones de los clientes son voluminosas, multiplicán las pérdidas.

La más sonora voz de alarma fue lanzada la semana pasada por lan Hay Davison, que era director ejecutivo de Lloyd's en 1983, cuando la Ley de Lloyd's aprobada por el Parlamento garantizó de hecho que el mercado de los seguros no estaría regulado por otras normas que las que él mismo se fijara en cada momento. Hay Davison, al que respaldaba el Banco de Inglaterra y al que los agentes obligaron a dimitir, dijo: "Lloyd's va a morir. Lo sensato sería liquidar el merca do mientras fuera aún, al me nos en apariencia, solvente. De esta forma la gente tendría al menos alguna oportunidad de recuperar su dinero". Hay Davidson añadió que la corrupción era asunto cotidiano dentro del rascacielos de colores.

El presidente de Lloyd's, David Coleridge, invitó a comer el lunes a dos docenas de diputados, con el objetivo de convencerles de que el mercado no está en crisis ni es corrupto. "Sólo hay un escándalo en Lloyd's", dijo a los postres, "si se puede llamar escándalo al hecho de que suframos grandes pérdidas y los Nombres tengan que pagar por ellas. El volumen de las pérdidas es totalmente inaceptable; comprendo que ello cause dolor y preocupación a nuestros Nombres, pero tienen que pagar". Los diputados presentes, entre los que no había ningún Nombre, se declararon convencidos.

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