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Los indios de Brasil rechazan ante el Papa el V Centenario

"En vísperas del quinto centenario de la invasión de Amerindia, los pueblos indígenas de Brasil están contra las conmemoraciones festivas, porque a lo largo de estos siglos venimos sufriendo un proceso de exterminio. Son 500 años de sufrimiento y, tristeza", afirma el texto de una carta que los representantes de 34 comunidades indias brasileñas entregaron ayer al Papa en la capital de Mato Grosso.

"En aquella fecha se inició una nueva historia para los pueblos indígenas. Durante la ocasión de la conmemoración de los 500 años queremos que los pueblos indígenas de Brasil tengan una representación como ejemplos vivos de resistencia", agrega el texto del comunicado entregado ayer al Papa en Cuyabá, la ciudad que es hoy un cementerio de sueños.Bajo las altas torres de oficinas y apartamentos levantadas entre la selva amazónica, al norte, y los aires palúdicos del Pantanal, al sur, se palpa la miseria de muchas familias que llegaron a estas tierras, naturalmente ricas, en busca de sustento. Cuarenta millones de brasileños circulan continuamente por su país debido a ese motivo.

Los movimientos migratorios en Brasil no sólo amenazan a la naturaleza, sino a poblaciones concretas, y en especial a los indios, víctimas de una violencia que los obispos del país han calificado en ocasiones como "la guerra de los pobres". Agricultores y garimpeiros, protagonistas desesperados de la nueva quimera del oro, les disputan sus tierras y contaminan sus ríos. Los ricos fazendeiros también disparan sobre el indio pata expandir sus latifundios.

Migración y exterminio

Por su parte, Juan Pablo II se refirió al problema de las migraciones durante la misa que ofició bajo un calor sofocante y que sólo logró congregar a menos de la mitad del público previsto.

"Quien sueña con un pedazo de tierra raramente lo encontrará", dijo, durante el oficio. "En algunos casos", añadió, "porque el inmigrante no posee la riqueza técnica o financiera para iniciar una nueva vida. En otros, porque los grandes latifundios, a veces improductivos, no le permiten conseguir la tierra".

Juan Pablo II afirmó ayer que "el problema de las migraciones no es sólo político o socioeconómico, sino ante todo un desafío a la caridad y a la justicia en el mundo". El Papa también advirtió que: "No he venido como los pandeirantes del pasado o los garimpeiros de hoy a buscar oro".

La desgracia del emigrante y los problemas ecológicos que en el Tercer Mundo se asocian a este tipo de movimientos tienen, según Juan Pablo II, una misma raíz: el consumo excesivo, la falta de sensibilidad y el egoísmo.

En Brasil quedan unos 250.000 indígenas. Algunas tribus, como la de los yanomami, al norte del Amazonas, han perdido en los últimos cuatro años al 15% de sus miembros, según datos del obispo de Roraima, Aldo Mingiano. Hoy quedan 15.000 supervivientes.

Responsabilidad histórica

Una parte del clero brasileño y sobre todo el teólogo de la liberación Leonardo Boff han denunciado responsabilidades históricas de la Iglesia en ese genocidio. Pero Juan Pablo II, que ayer se reunió en Cuyabá con representantes indígenas, el mismo día en que se cumplía el 13 aniversario de su elección al pontificado, fue contundente a este respecto. La evangelización, dijo, es "una grandiosa epopeya que, incluso en medio de las dificultades y de la inevitable debilidad humana, merece nuestra admiración".

Uno de los representantes indígenas que se entrevistaron con el Papa es Edna Silva de Souza, guaraní de 42 años. Su padre, el cacique Marcial de Souza Tupai, habló con Juan Pablo II en Manaos en 1980. Fue asesinado tres años más tarde.

La nota de color la dió en la ciudad de Goias una falsa monja quien, burlando los servicios de seguridad, logró entregar al Papa un sobre. "Es una simple carta de amor" dijo la mujer de algo más de 45 años de edad que tras una larga espera junto a las autoridades del país recibió el abrazo de su santidad y del presidente de la república.

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