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Tribuna:POLÍTICA AGRARIA COMUNITARIA Y RONDA URUGUAY
Tribuna
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Más sobre el GATT y la agricultura europea

El fracaso en la negociación del GATT sobre el comercio mundial agrícola fue achacado a la CE y a su oposición a la propuesta de EEUU. Pero estas acusaciones no contemplan las diferencias entre la agricultura europea y americana.

En pasadas semanas, y coincidiendo con las últimas reuniones de la Ronda de Uruguay, diferentes medios de comunicación y algunos personajes de la vida pública española han venido vertiendo una serie de aseveraciones sobre el sector agrario europeo que, como coordinador de la Comisión Permanente de la Coordinadora de Organizaciones de Agricultores y Ganaderos (COAG), no tengo más remedio que contestar.Así, dichos medios se lamentaban del fracaso del GATT en su intento de llegar a un acuerdo sobre el comercio internacional agroalimentario, y acusaban a la CE de intransigencia y de haber sido la causa de tal fracaso al no haber aceptado las exigencias de EE UU y demás partenaires.

Los partidarios del liberalismo comercial suelen manifestar que el sector agrario europeo es ineficaz y poco productivo, sintiéndose muy preocupados porque, por motivos electoralistas, se sacrifique el bienestar general a los intereses de un grupo de ciudadanos que apenas representan el 8% de la población activa comunitaria.

No pretendo aquí hacer una defensa cerrada de la política agraria comunitaria (PAC), con la que la COAG ha sido y continúa siendo muy crítica, ya que por su propio sistema de regulación incrementa los desequilibrios sociales, tanto entre los diferentes tipos de explotaciones como entre los distintos países que componen la CE.

El modelo de agricultura comunitaria es muy diferente al establecido en EE UU y al de la mayoría de los países del grupo de Cairns (Canadá, Argentina, Uruguay ... ). El primero está basado en la agricultura familiar, tiene una media de 13 hectáreas por explotación Y ocupa a unos 10 millones de personas. El segundo se basa en grandes empresas agrarias, con una media de hectáreas por explotación muy superior a la comunitaria y un número muy reducido de agricultores. (En EE UU la media por explotación es de unas 200 hectáreas y el número de agricultores es de unos dos millones).

Estas diferencias, unidas al ínfimo nivel de los salarios en la mayoría de los países en vías de desarrollo, hacen que la agricultura comunitaria sea menos competitiva, sin que esto signifique ser menos productiva o eficaz. Simplemente, cuesta más producir y hay que repartir entre más. En estas circunstancias, la aceptación por la CE, sin más condiciones, de las propuestas de EE UU y sus aliados en el seno del GATT, tal y como apoyan los liberalistas, puede suponer la expulsión de la mayor parte de esos 10 millones de agricultores y ganaderos comunitarios (algunas fuentes cifran en 200.000 el número idóneo de efectivos que deberían permanecer en el sector agrario).

Las alternativas de los expulsados del agro son hoy por hoy pocas: engrosar las filas del paro, sin subsidio; emigrar a la ciudad en busca de un trabajo, tal y como hicieron millones de agricultores y ganaderos europeos en los años sesenta, o como hacen hoy los campesinos latinoamericanos y de otras latitudes que, a pesar de la competitividad de su agricultura, abandonan el campo para hacinarse en los suburbios de Buenos Aires, México, Montevideo, etcétera.

Es posible que éste sea el modelo más racional desde el punto de vista del liberalismo económico. Desde ese mismo punto de vista, los países miembros de la CE no deberían subvencionar, como de hecho lo hacen, ni a los periódicos, ni a las industrias, ni a los partidos políticos, ni a los sindicatos, ni a la banca. Si las empresas periodísticas, o las industrias o la banca nacional son "ineficaces y poco productivas", los ciudadanos no tenemos porqué mantenerlas.

Nuevos caminos

La Política Agraria Comunitaria -en la que la Comunidad Europea gasta 3,5 billones de pesetas anuales, no 10 como aseguran ciertos medios de comunicación- necesita, bajo nuestro punto de vista, una reforma en profundidad.

Pero ésta no puede hacerse, como propone Estados Unidos, simplemente eliminando las barreras arancelarias y la protección a los precios. Existen otras vías que, aunque ocasionan costes presupuestarios, permiten a Europa seguir manteniendo su propio modelo de agricultura.

La búsqueda de estas vías debería ser el debate que la Comisión y el Consejo de Ministros de la CE, conjuntamente con las organizaciones agrarias, deberían realizar antes de reanudar las negociaciones del GATT.

Finalmente, no puedo terminar este escrito sin pedirles que, por un momento, se imaginen cómo sería esa Europa tan liberal que algunos desean. Por supuesto, no habría agricultores y por tanto apenas pueblos. Las ciudades serían monstruosas y rodeadas de suburbios. Claro que todo esto sería compensado porque nuestros supermercados se llenarían de productos extracomunitarios, que, por supuesto, ni serían más baratos ni mejores que los europeos, pero, eso sí, serían norteamericanos.

Eduardo Navarro Villarreal es miembro de la Comisión Permanente de la COAG.

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