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Reportaje:CASO PENDIENTE

Mutiladores de cadáveres

A dos hombres les amputaron el pene y a otro las yemas de los dedos

Antonio Ruiz Vega, de 47 años, fue encontrado el 18 de mayo de 1990 cosido a cuchilladas en su pequeña vivienda de la calle del Conde Duque. Pero, además, su asesino le había cortado los órganos genitales. Una conducta bárbara e inexplicable que, sin embargo, no era la primera vez que sucedía en Madrid: el 27 de mayo de 1989 apareció en un descampado de Canillas el cuerpo carbonizado de un desconocido, al que el homicida también le había cortado el pene. Los mutiladores de cadáveres no han sido capturados.

Casimira Arilla, la portera del inmueble, se alarmó al echar en falta desde hacía días a Antonio Ruiz, de cuyo domicilio salía un penetrante hedor, por lo que decidió telefonear a una hermana de éste. Ante la sospecha de que hubiera sufrido algún percance, policías de la comisaría de Universidad entraron en la casa acompañados de José Jordán, cuñado de Ruiz.El cadáver desnudo del inquilino se hallaba en la cama, totalmente cubierto con una manta. Tenía la cabeza bañada en sangre, dos cuchilladas en el vientre y otra en la región mamaria izquierda. El detalle más morboso, sin duda, era que el criminal le había seccionado el pene. La autopsia reveló después que el homicida había sometido a la víctima a la tortura de aplicarle sobre la piel cigarrillos encendidos.

La última vez que Casimira Arilla vio con vida a su vecino fue cinco días antes del macabro hallazgo, cuando le devolvió las 1.000 pesetas que ella le había prestado. Desde entonces, la portera no volvió a saber nada de él.

Malas compañías

Los demás ocupantes de la finca declararon que tampoco habían oído ruidos ni gritos. A su casa iba "gente muy desagradable", según la empleada de la finca. Y José Jordán, el cuñado del difunto, reconoció que a éste 'le han matado las malas compañías".La vivienda, de poco más de 30 metros cuadrados, estaba llena de suciedad, y en medio de una habitación había unos excrementos humanos, posiblemente pertenecientes al homicida. Ese sórdido detalle quizá formaba parte también del extraño ritual que rodeó al crimen, atribuible a vagabundos. De hecho, Antonio Ruiz era un hombre tímido e introvertido que solía disfrutar de la compañía de los borrachos y marginados de su barrio, a los que invitaba frecuentemente a su casa.

Las investigaciones del Grupo de Homicidios de la Brigada Judicial de Madrid "van por muy buen camino", según fuentes policiales. No obstante, el autor del salvaje crimen no ha sido arrestado.

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Exactamente un año antes de la muerte de Antonio Ruiz, la policía descubrió el cadáver carbonizado de otra persona a la que también le había sido amputado el pene.

El desconocido, que llevaba tatuadas en el brazo derecho las iniciales M. R., fue encontrado en un descampado próximo a la calle de Tiberíades y al arroyo del Conde de Orgaz. Aparentaba entre 55 y 60 años y estaba prácticamente desdentado, ya que sólo conservaba tres piezas en la mandíbula inferior. Vestía un pantalón de pana negro, una camisa blanca, una chaqueta beis, un jersey rojo, calcetines grises con rayas blancas y azules y calzaba playeras de color blanco y negro.

La víctima falleció a causa de tres cuchilladas en el cuello, una de las cuales le seccionó la arteria carótida. Más tarde, el agresor le cortó el pene y prendió fuego al cadáver sobre un viejo colchón. "Los vagabundos hacen cosas brutales e inexplicables para una persona con una mentalidad normal", explicó entonces el jefe del Grupo de Homicidios.

Nadie sabe por qué los asesinos amputaron los órganos genitales a sus víctimas. Pero parece que en ambos casos obedeció a un siniestro ritual: quizá una forma de venganza macabra, una última humillación para la víctima. 0 posiblemente un sistema para explicar a los demás el motivo del crimen: ¿algo relacionado con el sexo?

Sadismo

El 19 de marzo de 1989, un policía que viajaba en un tren creyó ver a una persona caída junto a las vías, a la altura del vallecano puente de los Tres Ojos. Tras volver sobre sus pasos, el agente comprobó que se trataba de un cadáver que posteriormente fue identificado como perteneciente a Jesús Heredero, al que un asesino anónimo había inferido una docena de puñaladas. Y de nuevo el sadismo de los bajos fondos: el agresor le había seccionado las yemas de los dedos de la mano derecha.Los crímenes de los mendigos son siempre brutales e inexplicables. El último caso registrado hasta ahora en Madrid ocurrió el 22 de junio de] año pasado, fecha en la que Gonzalo García Amego, de 56 años, natural de la localidad leonesa de Cabueyes de Abajo, fue hallado desangrado en un banco del parque del Retiro, frente a la calle de Alcalá. A su lado había un carrito con cartones, ropas y papeles, además de una bolsa con objetos para el aseo.

García Amego fue dado de baja en el mundo de los vivos mediante dos pinchazos en el cuello, muy cerca de la oreja, que le fueron asestados mediante un fino estilete. ¿Quién y por qué hizo esto? Un enigma que posiblemente no llegue a aclararse nunca.

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