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Una asociación imparte cursos y da becas a prostitutas para que cambien de profesión

La Asociación para la Prevención y Reinserción de las Mujeres Prostituidas (APRMP) se dedica desde el mes de julio a enseñar nuevos oficios a mujeres que ejercen la prostitución en Madrid para que abandonen esta actividad. Esta asociación, subvencionada con 20 millones por la Comunidad y apoyada por las religiosas oblatas, les enseña jardinería, a escribir y hacer cálculos y a cuidar ancianos. Las mujeres que no faltan a clase reciben una beca de 28.000 pesetas mensuales. Durante el último año, 12 mujeres han decidido dejar la carrera y otras siete se lo están pensando.

"El problema es que las chicas viven en la marginalidad más absoluta, no tienen hábitos de trabajo ni saben comportarse", explica la presidenta del centro de día de la APRMP, Rocío Nieto. Según cuenta, las prostitutas llegan a veces con hemorragias, fruto de las palizas que les dan los chulos con toallas mojadas para no dejar rastro.Después de aceptarlas en el centro, las llevan en metro al taller situado en la carretera de La Coruña, para practicar jar dinería, o a Carabanchel, para que aprendan a hacer alfom bras. Las que tienen problemas de drogadicción son desviadas a centros de desintoxicación.

A espaldas de los chulos

El centro tiene una lista de es pera de 30 mujeres y otras 40 son atendidas diariamente. "Muchas no les dicen a sus chulos que vienen aquí, para guardarse el dinero", explica Yolanda, asistenta social, que a sus 22 años ya lleva cuatro atendiendo a mujeres con estos problemas, que reciben cursos de habilidades sociales, educación para la salud, cultura general y técnicas de búsqueda de empleo. También reciben atención psicológica y acuden obligatoria mente a revisiones médicas periódicas.En el grupo de prostitutas de entre 55 y 72 años, Carmela, de 59, continúa practicando las sumas y restas, aunque se la oiga quejarse de que, a su edad, el reciclaje ya no sirve para nada. Cuando se acaba la clase, no parece querer marcharse. "¡A ver, para estar tirada en la calle! Aquí se está mejor". Raquel, de 34 años, dice estar muy orgullosa por el diploma que obtuvo de cuidadora de ancianos, y espera poder trabajar en otra profesión para dejar que la visiten sus hijos, que viven en Galicia y no saben que es puta. "Cuando acabe el curso de leer y escribir empezaré jardinería. He cavado mucho para sacar patatas", dice.

Sólo falta la respuesta de los empresarios. "Hace falta gente que quiera contratarlas para que puedan dejar la calle", explica la directora de este centro, que está abierto de diez de la mañana a seis de la tarde, y está situado en una céntrica plaza de Madrid, muy cerca de las calles donde trabajan.

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