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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Retirada incondicional

LA DECISIÓN del Comando Supremo de la Revolución Iraquí -organismo subordinado a la persona de Sadam Husein- de aceptar la Resolución 660 (retirada de Kuwait) -del Consejo de Seguridad de la ONU introduce una novedad en la crisis del Golfo, incluso si pone para ello unas condiciones difíciles de cumplir. El hecho fundamental es que después de haber mantenido durante más de seis meses que Kuwait era una provincia iraquí y de provocar el estallido de las armas por su intransigencia, Bagdad admite ahora que se puede retirar del territorio ocupado. Ello confirma que las operaciones de la coalición multinacional han disminuido sustancialmente la fuerza militar de Sadam. El dictador iraquí actúa en estos momentos desde posiciones de debilidad, si bien sigue conservando un potencial destructivo considerable. Por ello es fundamental aprovechar la nueva coyuntura para conseguir un cese de las hostilidades, restaurando al tiempo el derecho internacional.Examinado el comunicado iraquí, es obvio que las dificultades para alcanzar la paz siguen siendo considerables. El Comando Supremo de la Revolución en Bagdad afirma que acepta la Resolución 660 *del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, pero lo hace desdeñando un punto esencial: elque especi ica en su párrafo 2 la exigencia de que "Irak retire de Inmediato e incondicionalmente todas sus fuerzas a las posiciones en que se encontraban el 1 de agosto de 199V. Por tanto, la ONU pide una retirada incondicional.

Sin embargo, el texto iraquí impone condiciones, algunas de las cuales sobrepasan y son externas al propio conflicto. Entre ellas figura la retirada de Israel de los territorios ocupados en Gaza y Cisjordania, en Sirla y en Líbano, Respecto del propio Kuwait exige la conservación del control sobre las dos islas que mejoran la salida de Irak al mar, la cancelación de la deuda de Bagdad con el emirato (cifrada en aproximadamente 40.000 millones de dólares), el pago de reparaciones por la "agresión" de que ha sido víctima a manos de la coalición y el no retorno de la familia reinante Al Sabah.

Es obvio que algunos de esos puntos, como el del problema palestino-israelí, deben ser resueltos sin demora, y la ONU tiene que dejar clara su voluntad de dar pasos decisivos en esa dirección. Pero la exigencia iraquí está tan alejada de lo posible que parece más bien una operación de propaganda. Máxime cuando se analiza el modo como se dio a conocer la noticia: primero, la retirada de Kuwait; y sólo cuando las reacciones positivas habían comenzado, su condicionamiento. Creer que Sadam, partiendo de su anexión ¡legal de Kuwait, puede dictar su ley sobre el futuro de Israel, de los territorios ocupados, de Líbano o de otro país cualquiera es caer en el absurdo y olvidar la finalidad de la guerra.

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Por tanto, mientras estas condiciones se mantengan inalteradas, la aceptación por Irak de la retirada de Kuwalt pierde mucho de su significado. Sadam puede utilizarlas, además, para intensificar su campaña política, sobre todo entre los pueblos árabes. Todo indica que la debilidad militar y la inminencia de la ofensiva terrestre del ejército de la coalición son las motivaciones de Sadam para dar este paso. Por ello la respuesta de la ONU debería dejar muy clara la voluntad de paz -es el objetivo primero- para desbaratar las posibles maniobras tendentes a sembrar la discordia en el frente de los países coligados contra Irak.

Lo esencial sigue siendo, pues, encontrar una vía para lograr un alto el fuego coherente con las propuestas de la ONU. Es decir, que la Resolución 660 debe ser cumplida en su contenido real, con una retirada incondicional e inmediata. Para ello, los aliados deberían proporcionar a Sadam las garantías de que podrá retirar sus fuerzas sin ser agredido. Pero siempre que se trate de una retirada efectiva, sin engañifas ni maniobras propagandísticas.

En este contexto cobra mayor significación la reunión en Moscú, mañana, del ministro de Asuntos Exteriores iraquí con Mijaíl Gorbachov, porque de sus conclusiones podrá deducirse con más rotundidad si el comunicado de Bagdad era una primera posición negociadora o, de nuevo, una búsqueda de contradicciones en la retaguardia de la coalición internacional.

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