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El "otoño mas caliente" de la RDA

La RFA aportará el año próximo cerca de nueve billones de pesetas para sus vecinos del Este

Helmut Kohl, el inminente canciller de la Alemania unificada, ha empezado ya la difícil transición de héroe a villano. El hasta hace poco adorado forjador de la unidad de la patria fue recibido hace 10 días en la localidad de Halle, en la República Democrática Alemana (RDA), con una lluvia de tomates podridos. Empieza ya a ser imposible transmitir optimismo y confianza. Pese a la cifras trucadas que ofrece el Gobierno de Berlín Oriental, el número real de desempleados en la RDA supera ya el millón y medio, más de un 18% de la población activa.

El previsto otoño caliente de la RDA ha hecho acto de presencia mucho antes de que empiecen a caer las hojas. El Gobierno minoritario del democristiano Lothar de Maiziere, que se disolverá en la historia el próximo día 3 de octubre, insiste en ofrecer unas cifras de desempleo mucho más bajas, producto de aplicar criterios oficiales que dejan fuera del cómputo al más de un millón de personas que trabajan "a tiempo reducido", lo que quiere decir que acuden cada mañana a su ya inexistente puesto de trabajo, hablan del tiempo un rato con sus colegas y vuelven a casa. Sus nombres no figuran en las listas de desempleo, pero su salario sale de los fondos que concede el Gobierno, que, a su vez llegan de Bonn.El ministro de Hacienda de la República Federal de Alemania (RFA), Theo Waigel, ha admitido recientemente que el año próximo será necesaria una aportación pública de 140.000 millones de marcos (cerca de nueve billones de pesetas) en el territorio que ahora es la RDA. Un dinero que, en una altísma proporción, será digerido con rapidez por la red de seguridad social con la que se intentará paliar el desempleo masivo que puede afectar al territorio alemán al este del río Elba durante, al menos, tres o cuatro años, según los expertos.

Carrera contrarreloj

Se trata de una carrera contrarreloj para conseguir llegar a las elecciones del 2 de diciembre sin que los votantes hayan podido apreciar en su totalidad las dimensiones del colapso de la economía de la RDA desde que el pasado 1 de julio se introdujo el marco occidental junto con la economía de mercado. Sólo después de las elecciones los alemanes orientales deberán realmente apretarse el cinturón.

El Bundesbank -el banco central de toda Alemania- se muestra moderadamente optimista. Su mayor pesadilla, la inflación, no parece asomar en el horizonte más inmediato, nisiquiera teniendo en cuenta los efectos de la subida del petróleo. Los alemanes orientales han dado muestras de una exquisita prudencia a la hora de hacer uso de sus ahorros convertidos en marcos occidentales. El principal elemento inflacionista no ha hecho aparición. Pero el coste público de la unificación sigue aumentando. El Bundesbank ha hecho público esta semana que emitirá unos bonos especiales bajo el nombre de Fondo para la Unidad Alemana por un valor absoluto de 115.000 millones de marcos.

El Gobierno de Bonn, inmerso en una larguísima campaña electoral, parece ya totalmente decidido a tomar dinero prestado en el mercado de capitales para financiar la unidad y evitar el manido recurso a una subida de impuestos. Un tema tabú para el canciller Kohl, que lleva ya meses prometiendo que los ciudadanos no tendrán que pagar la factura con sus impuestos, mientras que la oposición socialdemócrata ha hecho de este asunto su bandera electoral.

La clarificación final del proceso de unificación, con la desaparición de las incertidumbres legales que pesaban hasta ahora sobre los empresarios que pretendían invertir en el Este, es la señal que esperaban los expertos para que se inicie el proceso de reconstrucción de la parte de Alemania que fue comunista durante 40 años Quedan todavía, sin embargo algunos problemas por resolver.

La construcción es la clave

Según Udo Pape, presidente de la Cámara de Comercio de Berlín Oriental, el sector de la construcción debe convertirse en el motor de la revitalización económica dentro de la RDA Sólo la construcción tiene, en su opinión, la capacidad suficiente para asegurar la creación de centenares de miles de puestos de trabajo en un breve período de tiempo.

El problema básico que hasta ahora se presentaba era el de los derechos de propiedad de alemanes occidentales que habían abandonado en su momento la RDA y cuyos bienes fueron confiscados. El tratado entre los dos Estados alemanes intenta hacer luz en este tema del que depende la viabilidad de muchas inversiones, pero no lo consigue del todo.

Al admitir al mismo tiempo que los antiguos propietarios tienen derecho a reclamar lo que fue suyo, pero dar seguridades de que quienes inviertan no se encontrarán posteriormente con problemas, ya que quienes reclamen después del 13 de octubre tan sólo tendrán derecho a ser indemnizados, augura que los tribunales de justicia tendrán a partir de esta fecha un gran trabajo para decidir sobre las reclamaciones que, con seguridad, irán produciéndose.

De compras por Polonia

"Esto es el mundo al revés", comentaba entre risas una mujer polaca de Rzepin, en Silesia, ante la llegada de decenas de miles de alemanes orientales, armados con sus nuevos marcos y llevándose toda clase de productos de consumo, especialmente alimenticios. La unidad alemana ha supuesto un cambio total en las economías domésticas. Hasta que el pasado 1 de julio tuvo lugar la unidad económica entre las dos Alemanias y los ciudadanos de la República Democrática Alemana (RDA) pasaron a cobrar marcos occidentales, a ningún polaco se le hubiera pasado por la cabeza que sus vecinos invadirían las tiendas de su pueblo en busca de vituallas.Sucedía, en el fondo, todo lo contrario. Los mostradores de la RDA, aunque austeramente comunistas en su presentación al público, contaban, por contra, con una variedad y calidad de productos infinitamente mayor que las ofrecidas por sus vecinos polacos. Eran estos últimos, por tanto, los que, armados con monedas fuertes, dólares o marcos, viajaban a la RDA, donde compraban productos alimenticios o de vestir a precios subvencionados que, a su vez, vendían en Berlín Occidental a precios superiores, pero atractivos para los ciudadanos de la República Federal de Alemania. Con los beneficios compraban toda clase de aparatos electrónicos y otros bienes de consumo típicamente capitalistas que vendían tanto en la RDA como en Polonia. Con los beneficios empezaban de nuevo la rueda.

Todo esto se ha acabado definitivamente. Los alimentos en la RDA son incluso más caros que en Occidente, debido a que la transición al mercado constituye todavía un proceso abierto, con lo que se producen desequilibrios a causa de situaciones monopolísticas.

Los polacos ya no pueden aprovecharse de los intersticios que ofrecía hasta ahora el sistema. Se han quedado, pues, sin negocios. Pero, simultáneamente, los alemanes orientales han empezado a darse cuenta de los beneficios que para ellos, en disposición ahora de una moneda fuerte, significa poder comprar en una economía en la que los bienes de consumo aún están subvencionados.

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