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La explosión de tres bombas desencadenó el caos en la ciudad

Madrid vivió ayer una día marcado por una auténtica psicosis de bomba tras la explosión de artefactos terroristas en el Tribunal Constitucional, la Bolsa y el Ministerio de Economía y Hacienda. Desde que se produjo la primera detonación, una inexplicable sensación de miedo e impotencia se extendió por la ciudad. A ello contribuyeron no poco las innumerables alarmas falsas, registradas en lugares tan dispares como el Cuartel General del Aire o una sucursal de Banesto.

"A la vista de la situación, el 80% de los efectivos de la Policía Municipal estuvo dedicado ayer a regular el tráfico como consecuencia de los cortes de calles que había que ir haciendo ante las continuas amenazas de bomba", declaró Fernando Bocanegra, concejal de Seguridad y Policía Municipal."Hasta las dos de la tarde hubo un goteo de llamadas falsas, lo que nos obligó a tener prácticamente todos los coches patrulla hipotecados en la tarea de comprobación de llamadas y en cortar las calles circundantes a los edificios amenazados", dijo Emilio Monteagudo, director de servicios de la Policía Municipal. Los constantes y repetidos cortes en diferentes zonas de la capital hicieron que el tráfico estuviera "muy complicado" en el paseo de la Castellana y en las calles de Alcalá y de la Princesa.

El Tribunal de Cuentas; el Ministerio de Economía y Hacienda, en la calle de Alcalá, 6 -donde tiene su despacho el ministro, Carlos Solchaga-; la Dirección General del Insalud, en la calle de Alcalá; el Cuartel General del Aire; el Regimiento Inmemorial del Rey; la Estación Sur de autobuses; el diario El Sol; una sucursal de Banesto en Princesa; el Instituto Español de Emigración; la Compañía de Seguros Generales, en el paseo de la Castellana, 130; el Museo del Ejército, y el Museo de la Marina, fueron sólo algunos de los edificios que recibieron amenazas.

Desalojos

Los funcionarios del Ministerio de Economía, donde trabajan unas 900 personas, se arremolinaban en las aceras de la calle de Alcalá sobre las 13.45. %Nos va7 mos a casa o nos quedamos aquí?", preguntaban algunas empleadas. Esperaban que el jefe de personal, en paradero desconocido, les sacara del entuerto.Los camareros del bar del ministerio esperaban sentados en un portal a que los artificieros de la policía encontraran el artefacto explosivo. El menú del día se había quedado a medio hacer en los perolos de la cocina. "No ha habido ningún problema en la salida. Estamos ya acostumbrados a los desalojos".

Alrededor de 40 vehículos de urgencia del Insalud, Cruz Roja y Protección Civil recorrieron como peonzas el centro de Madrid durante toda la mañana tras la pista de bombas inexistentes.

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"Nos tienen locos", comentaba el personal de una de las dos unida des de vigilancia intensiva (UVI) móviles de las que dispone el In salud. "Es el peor día desde que comenzó a funcionar el 061".

Protección Civil desplegó un operativo de 150 voluntarios, y la Cruz Roja tuvo que avisar a los pueblos vecinos para que mandaran refuerzos. La escena no pasó inadvertida para los cientos de turistas que paseaban por la calle de Alcalá. Una ciudadana francesa preguntaba por lo que sucedía a uno de los curiosos parados junto al cordón policial.

El alcalde de Madrid, Agustín Rodríguez Sahagún, declaró que los terroristas pretenden "sembrar el pánico y alterar la convivencia en libertad, y eligen Madrid por la repercusión que tienen todas las cosas que ocurren en la capital".

En el Museo del Prado se recibió una amenaza de atentado a las 13.30, según el gerente, Agustín Martín. A las 13.45, los 2.000 visitantes de la pinacoteca habían sido desalojados. "Hemos tenido otras veces estos problemas y siempre hemos desalojado en cinco o diez minutos sin dificultad", dice Martín.

Una vecina del Tribunal Constitucional, donde estalló otra bomba, comentó: "Yo siempre he dicho que, viviendo aquí, algún día nos darían un susto".

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