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Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

No volveré a quejarme

Lunes 30 de julio. Llevo un mes con el DNI caducado. Como buen ciudadano decido renovarlo lo más rápidamente posible y me traslado para ello a una localidad distante de la mía 27 kilómetros, ya que es allí donde existen funcio narios que desempeñen estas fun ciones. Nada más llegar, una fun cionaria bastante fresca me dice que he hecho el viaje para nada, que vuelva el próximo lunes y qui zá con un poco de suerte consiga un número que me permita en un próximo viaje realizar lo que pretendo. Evidentemente, paso por un tubo de las explicaciones de la funcionaria -igual que ella pasa de las mías- y desisto de la idea de renovar, por lo menos a corto plazo, mi DNI.Jueves 2 de agosto. Mi padre padece una enfermedad crónica, motivo por el cual todas las semanas tengo que ir al ambulatorio de la Seguridad Social a que me receten su tratamiento. Me acerco por un número y me dan el 143. ¡Tierra, trágame! Entre el enorme calor, la falta de refrigeración del edificio y el olor de las personas a las que su desodorante las ha abandonado casi me da una lipotimia.Cuando me toca entrar estoy en un estado similar al de las mujeres de Almodóvar, al borde de un ataque de nervios. Entré en el ambulatorio a las doce y salgo a las dos de la tarde. Estoy totalmente turbado y dudando de si me encuentro en España o en Etiopía. La voz de uri hombre gritando "¡llevo el gordo!" me saca de dudas.

Viernes 10 de agosto. Hoy, como cada mes, me toca cobrar el subsidio de desempleo. Al llegar me encuentro con una legión de parados que guardan cola en la calle. Los más de 40' de temperatura me hacen vivir un momento de delírium trémens y pienso si estaré ante el Museo del Prado guardando cola para laexposición de Velázquez. El agradable vientecillo de una señora que se abanica detrás de mí me vuelve a la realidad. Llegué al Monte de Piedad a las doce y salgo a la 13.30, pero no debo quejarme, pues dice la señora del abanico que hay gente guardando su turno desde las siete de la mañana. Quizá tenga razón. Soy demasiado quejica. Prometo desde ahora no volver a quejarmeJuan Luis Gómez Rivas.

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