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Tribuna:ITALIA 90
Tribuna
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El 'Loco' Higuita, el portero del futuro

Jorge Valdano

Las mujeres colombianas aplicaron la lógica del oso (cuanto más feo más hermoso) a una encuesta que las invitaba a decidir quién era el jugador más atractivo de la selección nacional de su país y eligieron a René Higuita. El resultado, duro golpe para la belleza, indica el grado de popularidad del portero colombiano. Rasgos difíciles, piel morena y pelo muy largo completan una figura estrafalaria pero menos poderosa que su personalidad. Los porteros suramericanos de aspecto tan sigular están condenados a apodos como Mono o Gato; él no. René Higuita es conocido como El Loco, sobrenombre con el que se suele castigar a los adelantados que le abren horizontes nuevos al limitado mundo de los porteros. El argentino Gati es el mejor ejemplo.A sus 23 años, El Loco Higuita ya fue acusado de ridículo, exhibicionista e irresponsable sólo porque la portería le queda pequeña a su talento expansionista. Hasta los 13 años jugó de delantero centro, por eso guarda tanta vocación atacante. Las condiciones naturales lo retrasaron hasta la portería y el instinto, junto a su fuerte personalidad, se encargaron de hacer la revolución.

Cuando el entrenador de Colombia, Francisco Maturana, llegó al Nacional de Medellín, Higuita ya estaba inventado. El entrenador se enamoró de las prestaciones tácticas del portero del futuro y tuvo el mérito de promoverlo a la titularidad contra la opinión de los bienpensantes. Maturana fue acusado de débil por "dejar hacer a ese loco lo que le daba la gana" y respondió llevando a ese mismo loco a la selección nacional de Colombia, de la que también era máximo responsable. Si es cierto que "ser artista es atreverse a fracasar", tan artista es Maturana como Higuitas. Uno por arriesgar y el otro por confiar en el riesgo.

Licencia para escapar

Algún día, en mitad de un partido, llamarán por teléfono a la portería de Higuita y alguien, quién sabe quién, contestará que ha salido. Arquero con la mente en el arco ajeno, portero con licencia para escapar, guardameta con derecho al amplio jardín comunitario que es todo campo de fútbol; ése es René Higuita. Que lance y detenga penaltis es una anécdota menor; estamos hablando de un portero que no sale del área para despejar sino para jugar.

Es el líbero de una defensa en línea y en sus ratos libres trabaja de portero. Se le puede ver anticipando de cabeza, bajando la pelota con el pecho, tirando paredes o jugando en profundidad Después de cualquiera de esos viajes regresa con cara de no haber roto un plato al previo en donde le dejan usar las manos dejando en el aire miradas perplejas, sonrisas incrédulas, ges tos de estupor.

¿Quién dijo que en fútbol está todo inventado?

Curiosamente, Higuita tiene sus guardaespaldas delante. VIgilando su portería desde tan lejos corre el riesgo de que una pelota lo sorprenda por arriba: "Si eso ocurre es porque entre las líneas existió un desajuste", precisa Maturana. Colombia juega con una separación de líneas (defensiva, media y atacante) que no debe ser nunca superior a los 15 metros y la actitud de los jugadores en la recuperación del balón debe ser siempre presionante. Al rival le resulta difícil encontrar claridad para tirar desde lejos.

También cuando sale a jugar fuera de su área se activan algunos elementales dispositivos de seguridad. Como un paracaidista en caso de peligro, el mismo Higuita acciona dos: agarra la pelota con la mano o comete falta contra un adversario. Si no funcionan, dos defensores estarán debajo de los palos en un intento último de salvar la vida del paracaidista y la propia.

René Higuita tiene la frialdad del transgresor y el coraje de ser peculiar en cualquier parte. No parece encontrar diferencias entre un partido amistoso en el estadio El Campín de Bogotá y un encuentro por el Campeonato del Mundo en el Giuseppe Meazza frente a Alemania. Como el fútbol es contagio, esa desenvoltura se la transmite a sus compañeros desde el primer acto de atrevimiento.

Es bajo para su puesto (no alcanza 1,75 metros) y tiene dificultades para descolgar centros. Ésos son sus únicos puntos débiles. "Si no, sería Dios", aclara Maturana.

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