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Vigilantes

Los sandinistas perdimos las elecciones de Nicaragua el pasado 25 de febrero porque aceptamos el reto de celebrar unas elecciones libres en una situación de clara desventaja (la amenaza contínua de guerra apoyada por Estados Unidos). De hecho, el pueblo nicaragüense fue a votar con una pistola apoyada en la cabeza.Cumplimos el compromiso, con los otros presidentes centroamericanos en El Salvador el 19 de febrero de 1989, de mantener las elecciones libres, a la vez que se desarmaban los contras. Incluso aunque estos no habían abandonado las armas el 5 de diciembre del año pasado para convertir sus balas en votos, tal como exigían los presidentes, nosotros seguimos adelante con las elecciones más supervisadas de la historia Latinoamericana. En consecuencia, perdimos.

La mayoría de los nicaragüenses, o así lo pareció, votaron al candidato que respaldaba EE UU a fin de evitar por más tiempo la guerra. El 41% votaron por la paz con dignidad. Pero la mayoría cedió ante la presión nortemericana.

Por supuesto, hubiera sido preferible que la mayoría nos hubiera votado a nosotros en lugar de a Violeta Chamorro, pero si su elección puede conducir a la paz, entonces todos hemos ganado. La tarea consiste ahora en garantizar esa paz que el pueblo votó.

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UNO, la coalición de la señora Chamorro, cuenta con una facción extremista dirigida por el vicepresidente Virgilio Godoy, que vé nuestra derrota electoral no como parte de una transferencia normal de poderes, sino como una victoria de la contrarrevolución. Quieren que rueden cabezas sandinistas. No tiene que haber ninguna duda de que nuestra postura será dura, beligerante y combativa con cualquiera que quiera cortarnos la cabeza.

La señora Chamorro y su equipo, por otra parte, creen que lo que sucedió fue un voto del pueblo dentro del marco constitucional de Nicaragua. Consideran la transferencia de poderes como la base para fortalecer la democracia y ser testigos del desarme total de la contra.

En realidad, saben que tienen que buscar un acuerdo con nosotros. Se dan cuenta de que los sandinistas no hemos desaparecido,. Por el contrario: seguimos siendo la fuerza unitaria más potente de Nicaragua. La señora Chamorro adopta una actitud constructiva y busca la reconciliación nacional. Se da cuenta de que no es el momento para que rueden las cabezas sandinistas.

Nuestra meta a corto plazo, tras la toma de posesión de la presidenta, es conseguir, al menos, un mínimo de estabilidad en Nicaragua para enfrentanos a nuestros graves problemas económicos. Esa estabilidad sólo se puede conseguir si se cumplen los dos acuerdos firmados por los gobiernos entrante y el saliente. Y eso significa aislar a los extremistas de ambos bandos.

El primer acuerdo lo firmaron el 27 de marzo Humberto Ortega, ministro de Defensa del Gobierno sandinista, y Antonio Lacayo, asesor de la señora Chamorro. Ese acuerdo reconoce que el nuevo Gobierno respetará los logros sociales y económicos de la revolución -especialmente la reforma agraria que concedió la propiedad a los campesinos y a las cooperativas-, así como respetar la jerarquía del Ejército.

El segundo acuerdo, firmado el 19 de abril, establece que los contras abandonarán las armas entre el 25 de abril y el 10 de junio. Yo no sé si lo cumplirán o si EE UU les animará a cumplirlo. Eso queda por ver. Todo lo que se es que EE UU todavía no interrumpió su "ayuda humanitaria" a los contras en Honduras.

Aunque el vicepresidente americano, Dan Quayle, me dijo que no está a favor de mantener la presión de los contras, hay otros sectores en la Administración americana que sí lo están. No aceptan la probabilidad de que los sandinistas vuelvan al poder en su día. Eso no es una buena señal.

La defensa de los dos acuerdos -en Nicaragua y en la comunidad internacional- será el empeño principal de los sandinistas tras la toma de posesión de hoy, miércoles.

Un tema clave es el destino del Ejército. La Constitución dice que el Ejército pertenece a la nación y no a partido alguno. Debido a sus participación en el movimiento para derrocar a Anastasio Somoza, existe una innegable influencia sandinista en las fuerzas armadas. Pero puesto que el Ejército pertenece a la nación, está a las órdenes del presidente, ahora la señora Chamorro. Todo ello, pensamos, hace innecesario el que se reorganice la jerarquía militar. Esto está expuesto muy claramente en el acuerdo del 27 de marzo, y es la cláusula que Virgilio Godoy y sus extremistas están tratando de obviar.

Para recalcar nuestro compromiso con el acuerdo del 27 de marzo, la dirección sandinista emitió el lunes un comunicado liberando a todos los miembros del Ejército de cualquier puesto de responsabilidad en el Frente Sandinista. Cualquiera que pertenezca a la jerarquía de las Fuerzas Armadas y al Frente Sandinista, deberá abandonar el puesto en el partido.

El logro más importante de la Revolución ha sido conseguir el derecho de los nicaragüenses a organizarse y expresarse libremente. Las recientes elecciones demostraron una libertad nunca conocida en Nicaragua. Nuestra reforma agraria, que concedió tierras a los campesinos y cooperativas, es otro logro importante de la revolución. Es la verdadera base de cualquier futuro desarrollo económico en Nicaragua. La señora Chamorro no debería tocar los cimientos de esta reforma, pues sería crear problemas. La reforma agraria está profundamente arraigada en la conciencia de los nicaraguenses. No permitirán que se diluya o que se la quiten. No aceptarán dar un paso atrás. Los intentos de privatización en este sector

pueden ser muy peligrosos.

La educación es también un importante logro de la Revolución. En 1979, Nicaragua contaba con 500.000 estudiantes. Hoy tenemos más de un millón. No pueden cortarse las subvenCiones a maestros y estudiantes. No lo permitiremos.

El respiro de estar alejados del poder dará oportunidad a los sandinistas de reflexionar sobre nuestros errores. Por ejemplo, al principio de la revolución y por falta de experiencia, intentamos cumplir todas las expectativas de cambio social que se habían ido acumulando durante un siglo. Utilizamos de inmediato toda la ayuda internacional para subvencionar todas las demandas sociales reprimidas sin tener en cuenta las consecuencias a medio y largo plazo.

Cuando llegaron la guerra y el embargo americano, no había suficiente dinero para subsidios, desarrollo y, al mismo tiempo, el conflicto bélico. La inflación resultante, y las severas medidas adoptadas para controlarla en 1989, hicieron padecer al pueblo.

Como en la mayoría de los gobiernos, existen también una tendencia a la burocratiz ación. Aunque el Gobierno sandinista nunca fue el más burocrático del mundo, la población había aprendido, gracias a la revolución, a exigir el reconocimiento de sus derechos. Esperaban ser oídos. En este contexto, muchos empezaron a pensar que el Gobierno era insensible.

Aunque reconocían que nuestro Gobierno era mejor que cualquiera anterior, mucha gente se sintió insolidaria. Junto con el deseo de ver el final de tanto padecimiento causado por la guerra, este descontento tuvo algo que ver, sin duda, con nuestro fracaso electoral.

La urgente tarea de asegurar el desarme de la contra, de tal modo que se normalice la transición de poder, ha impedido a los líderes sandinistas concentrarse en las perspectivas a largo plazo para la elección de 1996. Tenemos que ver lo que ocurre mañana antes de poder pensar en los días siguientes.

Sin embargo, no me cabe ninguna duda de que los sandinistas recuperarán, algún día, democráticamente el poder. Tengo la absoluta certeza.

Daniel Ortega, presidente de Nicaragua desde 1985. Hoy, 25 de abril, transferirá la presidencia a Violeta Chamorro. Copyright 1990, New Perspectives Quarterly. Distribuido por Los Angeles Times -Syndicate.

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