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José María Mendiluce

Ímpetu luchador que acabó encauzado en la ayuda a los refugiados

"Cuanto más viajo y conozco, más detesto la caridad mal entendida que practica el mundo desarrollado". José María Mendiluce, de 37 años, vasco nacido en Madrid -durante un viaje de sus padres como hinchas del Athlétic-, es representante de la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados en América Central. "Si el Norte no quiere verse obligado a poner alambradas y dobermans en sus fronteras, tendrá que comprometerse social y políticamente en la solución del origen de los refugiados".

Llegó un momento, a finales de los años setenta, en que José María Mendiluce no encontraba su sitio en España. "Perte necía a un partido, la Liga Comunista Revolucionaria, que transitó muy mal en la transición". Tras una década en la que ejerció la militancia política más al margen de lo establecido -entre 1969 y 1974 vivió en la clandestinidad y en 1976 fue detenido por última vez-, se recicló. Trabajó entonces en una cámara de comercio y en una-embajada; pero, tras la sospecha, llegó el convencimiento: ése no era su sitio. "Si te queda un mínimo de sensibilidad social, algunas de tantas ilusiones como se tienen de joven, has de buscar una salida más creativa y comprometida con el mundo".Conoció por casualidad al representante de la Alta Comisaría de las Naciones Unidas para los Refugiados (UNHCR) en Angola, y así, en 1980, ubicó su ímpetu luchador. Se marchó tres años a Angola a trabajar con los refugiados namibios y después otros tres a Nicaragua. Son ya nueve años aportando su trabajo a 12 millones de refugiados en el mundo. "¿Qué habría hecho si me hubiera quedado en España? Han sido años gratificantes, interesantes, jodidos, difíciles; cerca de la miseria, el horror, la violencia. Sin duda, me quedo con ellos". Ahora, viaja por Europa presentando la Conferencia Internacional sobre los Refugiados en Centroamérica, que se celebrará, convocada por la ONU y coordinada por él, en Guatemala entre el 29 y el 31 de mayo. Se trata de analizar el problema de forma global, el impacto económico de este flujo demográfico y las propuestas para contribuir a la repatriación y reinserción en unos casos y a la integración en los países de asilo en otros. Un paso -más en el cumplimiento de la paz según lo firmado en 1987 en Esquipulas.

Los cinco Gobiernos de América Central y el de México han llegado a un acuerdo que necesita ahora el respaldo de la comunidad internacional. Casi un millón de personas se ven directamente afectadas por este movimiento. "Hay visos de esperanza. Alrededor de 30.000 personas ya han regresado a sus hogares en El Salvador, Guatemala y Nicaragua".

José María Mendiluce, al llegar a España, se ha quedado muy impresionado "por la frivolidad que la ha invadido, por el Falcon Crest tan aburrido que parece interesar tanto a los españoles". Dosifica seriedad y sentido del humor en la justa medida para captar el interés de quien tiene enfrente. Es de frases contundentes en la promoción de su trabajo y sus objetivos: "La falta de sensibilidad es uno de los riesgos de la abundancia. No podemos olvidar que hay mucha gente pasándolo mal en el Sur, a menudo como herencia del Norte. No necesitan un apoyo caritativo que nos lave la conciencia, sino un profundo compromiso social y humanitario".

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