_
_
_
_
_

Beatriz de Laiglesia Inmersa en el juego y la invención

"Mi vida es como una partida de póquer. Pides carta o pasas, te tiras un farol, absorta en la partida, sin importarte si ganas o pierdes". Beatriz de Laiglesia es la comisaria de la exposición Efemérides, recorrido gráfico por los 50 años de la agencia Efe, inaugurada ayer en Madrid; hija de Álvaro de Laiglesia, esposa del diplomático Máximo Cajal. "¿Pero va a ser un retrato tan sombreado, con maridos y cargos y trabajos? ¿No vale ser como una gota imaginada? Preferiría que usted me inventara".

"No me gusta ir de comisaria. Lo único que quiero, lo único que he hecho siempre, ha sido jugar, inventar. Por eso ha sido importante para mí esta exposición, porque me he divertido, porque durante un año he ido creando, con la ilusión y la profesionalidad de una neófita"."Es raro lo de estar casada con un diplomático. En realidad, un rollo, pero diga raro. La única gracia es que viajas a otros países, y allí, donde nadie te conoce, puedes convertirte en otras personas. He estado en Guatemala, Nueva York, Estocolmo. Pero vivir, sólo he vivido en España".

"Nací en Madrid el 11 del 11 de- 1949. Fui a un colegio de monjas sólo porque pillaba al lado de casa. La verdad es que pasé toda mi infancia en internados, en Burgos, Francia Gran Bretaña, mientras mis hermanos tenían su cuarto de jugar y su niñera. Hace poco le pregunté a mi madre por qué y me contestó: 'Nena, porque era insoportable vivir contigo'. Es cierto, cuando mis hermanos iban a comerse la sopa, yo de cía: 'Sabe a hormiga. Y no se la comían. Siempre tenía razón porque hacía comparaciones iniposibles de comprobar"."Después trabajé un poco en la embajada de Arabia Saudí. A mi madre le parecía elegante. Pero mi gran pasión siempre ha sido la fotografía. Tengo ojo, aunque no técnica. Hasta que me casé con un hombre, Luis Alberto Salazar, que después fue nombrado con UCD director de la Seguridad del Estado Es horrible. Yo nunca he podido pasar por sospechosa. Con lo que me gusta inventarme papeles, y el de sospechosa nunca me ha salido. Siempre me dejan pasar a los sitios sin preguntarme quién soy".

"Tuvimos dos hijos: Ignacio y Gonzalo. Pero éramos los dos demasiado pequeños para llevar vida de mayores. Entonces encontré a Máximo, que representaba toda esa vida de los adultos. Porque vestía rarísimo, hablaba rarísimo, se lo toma todo en serio, se preocupa por su carrera, es ahorrador, tiene los pies en el suelo. Siempre me ha reñido cuando en las tarjetas de los aeropuertos, en la casilla de profesión, yo ponía físico nuclear o astrofíslico".

"Pero es que esta vida no es seria. No merece la pena más que jugar con ella. No sé, tampoco sé explicarlo, es cuestión de cabeza. Por ejemplo, para estar con mi padre o con mis amigos me basta con dibujar una rayita, alargarla y retorcerla, e imaginármelos. Nunca hay drama, todo es un juego. Me resulta tan fácil no crecer...".

"Apenas he imaginado esta vez. Al principio, cuando le he visto, pensé, sin embargo, contar historias fantásticas, que había trabajado como conservadora de un jardín botánico francés. Nunca sé cómo es la vida. Hay que escaparse continuamente. No estoy loca ni quiero hacerme la graciosa. La verdad es que no sé cómo contarlo. Es como mágico".

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_