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Jacobo Pérez-Enciso

"Todo lo que en un dibujo no dice algo, sobra"

Rocío García

Sobre un fondo blanco, una Torre del Oro de finos rasgos y una pantalla de palmeras con penachos de colores que representan la universalidad. Así es como ha visto Jacobo Pérez-Enciso a la ciudad de Sevilla de cara a la Exposición Universal de 1992, y así la ha representado en un cartel, que obtuvo el segundo premio en un concurso cuya votación se celebró el pasado lunes. Es un dibujo de trazos escuetos, sencillos y claros, en el que Jacobo Pérez-Enciso, grafista e ilustrador madrileño de 34 años, hace suya la frase de Matisse: "Todo lo que en un dibujo no dice algo, sobra".

Nació en 1954, en Madrid, en una familia de cinco hermanos y padre arquitecto. Estudió tres años en la escuela de Arquitectura, escuela a la que, según dice se encaminan todos los que tienen algún tipo de inquietud artística o gráfica. Después de un año en Ciencias de la Imagen, Pérez-Enciso monta con unos amigos un estudio de diseño e ilustración y editan Dezine, una revista con una concepción distinta al panorama de entonces. Tras independizarse en 1980, se centra fundamentalmente en diseño gráfico, y años mas tarde comienza a hacer ilustraciones para revistas. Vogue, El Europeo, Madrid Me Mata, Sur-Express, Cambio 16 y El País Semanal son algunas de ellas.Está convencido de que la pintura y el dibujo reflejan el carácter del autor y también las épocas más o menos sombrías por las que eventualmente se atraviesa. Los suyos están elaborados con trazos y líneas muy sencillas. "Se dibuja con el mismo ritmo con el que se respira", dice Jacobo Pérez-Enciso, quien, a tenor de sus dibujos, debe ser una persona alegre y clara, acrecentado por un aspecto bonachón dentro de un cuerpo grande. Dice que los nervios los lleva por dentro, pero, a veces, esto le traiciona y se levanta una y otra vez sin cometidos concretos. No es una persona que se enrolle para nada hablando, y contesta muchas veces con monosílabos. Pero todo lo asume y reconoce con una naturalidad extrema.

Está casado, tiene dos hijos y muestra enorme interés por las obras arquitectónicas. No le gusta mucho teorizar sobre el dibujo o la ilustración. Se define como muy intuitivo y no especialmente imaginativo. "Ilustrar es darle la vuelta a lo que lees o interpretar algún detalle que te impacta. Algunos relatos hay que recrearlos y otros sencillamente repetirlos en el papel".

Este segundo premio en el concurso de carteles para la Expo 92 le ha pillado de sorpresa, y está orgulloso de haber podido competir con los grafistas que él más admira, entre ellos el ganador, Guy Billout, un diseñador francés afincado en Nueva York.

No sólo se ha dedicado al grafismo y a la ilustración. También ha hecho proyectos de diseño industrial, campo del que opina que está sobrecargado de gente, pero no de ideas. "Lo que hay no revoluciona nada, falta mucho que decir", dice Pérez-Enciso, quien, sin embargo, reconoce que es importante que se hagan muchas cosas para que salgan cosas buenas. De momento, él está embarcado, entre otras cosas, en el grafísmo de los cartones explicativos de las normas de seguridad de Iberia y de los chalecos salvavidas.

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