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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Debate en Perú

LA NACIONALIZACIÓN de la Banca, decidida por el presidente Alan García y pendiente de aprobación en el Senado, está causando una agitación política que conmueve en estos días a la opinión pública peruana. Pero, dejando de lado los argumentos utilizados en los mítines, la cuestión de fondo es que la situación económica del país es sumamente grave. Las condiciones de miseria a las que se ven reducidos sectores amplísimos de la población son aterradoras. La deuda externa es una losa para cualquier progreso económico. No se puede imputar al presidente García la responsabilidad de este cuadro dramático. La herencia que recibió al tomar el poder hace poco más de dos años estaba gravada de problemas casi insolubles. A pesar de todo, en 1986 hubo progresos económicos, con un crecimiento superior al 8% y una disminución de la inflación. En cambio, en 1987 las cosas han ido de mal en peor, y la respuesta del presidente, nacionalizando la Banca, ha sido una huida hacia adelante cargada de peligros.La medida ha chocado ya con serias dificultades, y no sólo a causa de la oposición radical de los empresarios y de los partidos de derecha. Dentro del APRA, el partido de Alan García, se han manifestado dudas y discrepancias. Por otra parte, una decisión judicial ha obligado al Gobierno a dar marcha atrás en espera de que las dos Cámaras del Congreso aprueben la ley de nacionalización. En esta coyuntura, el presidente García se ha lanzado a una campaña de agitación presentando la nacionalización corno la receta salvadora para los males del país. Decir que si el Gobierno controla el crédito éste se utilizará en beneficio de los más desheredados y no de los potentados es un argumento capaz de cosechar aplausos. Exaltar la nacionalización, que no estaba en el programa del APRA, en nombre de la lucha contra el imperialismo puede desarmar a una parte de la oposición que Alan García ha tenido siempre a su izquierda. Pero el recurso al populismo encubre siempre la carencia de soluciones reales.

En la campaña de masas que se ha puesto en marcha contra la nacionalización abundan, asimismo, los argumentos ideológicos y electoreros. Identificar la nacionalización de la Banca con el establecimiento de un régimen totalitario y con la pérdida de las libertades es por lo menos ignorar experiencias históricas. El Gobierno socialista francés realizó tal medida en 1981, sin que ello alterase el sistema político. La adopción en México de una medida semejante no es la causa de las limitaciones que el sistema electoral y de partidos sufre en dicho país. Pero el hecho sobresaliente de esa campaña oposicionista es el protagonismo asumido por el escritor Mario Vargas Llosa, hecho que está contribuyendo a incorporar a dicha campaña fuerzas culturales y políticas de un espectro más amplio que el de la derecha y el empresariado.

Pero, al margen de la ideologizada discusión, se echa en falta una discusión seria, a la luz de experiencias internacionales que señalan la inoperancia de la nacionalización de la Banca para resolver los graves problemas que Perú tiene que afrontar.

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A corto plazo, las discusiones en el seno de la mayoría gubernamental en el Senado, el hecho mismo de la dimisión del ministro de Industria, podrían llevar a una revisión del proyecto inicial antes de que el Senado lo aprobase. Para Alan García sería la mejor solución; pero el encono de una polémica superideologizada, la propia campaña de masas que él está realizando, pueden cerrar el camino de la sensatez y empujar hacia la radicalización de las actitudes. Con escasa perspectiva de una solución positiva para Perú.

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