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Tribuna
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Encantos

La revista italiana Micromega acaba de publicar un número en el que dedica una buena parte de sus páginas a España. Los autores de ese bloque son españoles, y cuentan, desde sus distintos conocimientos, lo que consideran ha sido la transición y estas cosas que se viven aquí. No es una colección laudatoria ni mucho menos, pero tendrían que haber visto la expectación de los asistentes al acto de presentación en Roma, el pasado martes. En realidad, expectación es decir muy poco. Los periodistas que habían acudido mostraban esa clase de atención que suele prestarse a lo que se revela como nuevo y hace presentir su éxito.En el sistema cultural general, toda muestra de novedad, tasada como auténtica, actúa como un fuego en tomo al cual se calienta el modelo. Este es el caso que, para los italianos, representa hoy España. Cuesta trabajo creerlo, pero el hecho es tan patente que harían muy bien en tenerlo en cuenta todos los españoles que, enamorados de lo italiano, creen que su gran amor nunca será correspondido.

Resulta, en fin, que, tras la inveterada experiencia de salir al extranjero y verse tratado como un hijo de un dios menor, de súbito los italianos contemplan España y sus argumentos como el espectáculo de mayor atractivo. La inventiva, el dinamismo político y social, la creatividad se proyectan como un distintivo sobre la situación de aquí. Y no es sólo una consideración minoritaria: desde hace un par de años se ha duplicado el número de italianos que desea pasar sus vacaciones aquí.

En las playas españolas, las chicas vienen recibiendo a las bandas de italianos como el acontecimiento del verano. Pero, hora es de que estas nativas sepan que aquellos acuden no solamente atraídos por el precio de la fruta. Prácticamente toda la vida moderna la ha pasado esta nación admirando o envidiando a las otras. O soportando, cuando era amada, un aliento. de crisantemos. Por una vez, al fin, aparece una amante elegante y limpia. Y precisamente aquella a la que el sueño habría cortejado.

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