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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

¿Arde Melilla?

LA TORPEZA de la Administración española y, en general, la ausencia de una política coherente y meditada por parte de los sucesivos Gobiernos democráticos están llevando a la ciudad española de Melilla a un callejón sin salida. La decisión de celebrar unas elecciones paralelas por parte del colectivo musulmán el mismo día 22, con clara intención de exhibir sus fuerzas, puede ser el principio de un proceso difícil de prever, pero en cualquier caso indeseable.Estas elecciones, simulacro de las legislativas, han sido convocadas después de que se produjera la ruptura de hecho del llamado acuerdo de Madrid, al que se había llegado en febrero, que permitía, a partir de una lectura generosa de la recientemente aprobada ley de extranjería, la integración de una gran parte del colectivo musulmán en la ciudadanía española. La ruptura se ha producido al comprobar, meses después del acuerdo, que las nacionalidades están siendo concedidas con cuentagotas. En Melilla viven 27.000 musulmanes, y sólo 7.000 tienen reconocida la nacionalidad española, a pesar de que una gran mayoría de aquellos nació en la ciudad norteafricana. Dificultades burocráticas y una cierta responsabilidad indolente por parte de los propios musulmanes a la hora de acreditar sus derechos, son algunas razones de esa aparente disparidad entre las realidades demográficas y las realidades censales. Otras son de orden político. El censo electoral asciende a 32.341 votantes, y el peso de los musulmanes, caso de tener la nacionalidad española y con ello el derecho a voto, podría alterar sustantivamente los resultados de cualquier consulta electoral. Es fácil deducir la pugna de intereses que subyace en este conflicto.

La creciente virulencia con que está reaccionando el grupo musulmán que encabeza Aomar Mohamedi Dudu, ex-militante de¡ PSOE, se entiende mejor si a las dificultades para obtener la nacionalidad se suman algunos hechos que el colectivo musulmán denuncia como pruebas de racismo. Tales son la supuesta discrimináción antimusulmana por parte de la Administración de justicia, las diferencias salariales y de condiciones laborales que han de sufrir los miembros del colectivo musulmán y la realidad de una vida en condiciones infrahumanas en determinadas zonas de la ciudad, para las que están negadas las más ordinarias amenidades propias del siglo XX.

Además de las elecciones paralelas, convocadas por tres organizaciones musulmanas (Partido de los Demócratas de Melilla, Terra Omnium y la Asociación Musulmana Religiosa), el vicepresidente de Terra Omnium, desde hace dos años miembro de la ejecutiva local de Comisiones Obreras, acaba de entregar su carné de afi liado y ha comunicado la decisión de crear un sindicato propio. Con ello se rompe el último lazo con algún tipo de organización o institución- española y se inaugura una etapa en la que se dan las condiciones para que el movimiento de los musulmanes melillenses se desarrolle según el bien conocido esquema de lucha para la liberación de una minoría oprimida.

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La razón política y el sentido común obligan a encontrar fórmulas de convivencia respetuosas con los derechos de los distintos grupos étnicos que conviven en la ciudad. El Gobierno socialista ha propiciado con su pasividad la radicalización de dos colectivos en cuyo choque lo único que parece contar son las declaraciones de principios Y las mutuas descalificaciones. Es difícil pensar que desde hoy hasta el domingo se pueda recomponer el espíritu de diálogo y, de la misma forma, sea factible evitar la celebración de esas elecciones paralelas, símbolo de la división, de la insolidaridad y del enfrentamiento.

Con todo y ello hay que dejar todavía una puerta entomada a la esperanza de que tras los comicios del 22 de junio, el Gobierno que salga de las urnas sea más diligente y racional a la hora de abordar la cuestión de la ciudad norteamericana.

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