_
_
_
_
_
Tribuna:
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Terapia

Tenemos una amiga psicóloga que esporádicamente aplica terapias experimentales entre algunos miembros de la familia. Su mayor crédito deriva de que tiene buena salud, es un ser eminentemente justo y a los problemas ajenos les presta un oído dulce. Su tratamiento tiene, pues, como poco, esa garantía natural. Conmigo, por ejemplo, ha venido practicando un procedimiento contra la depresión que no me resisto a divulgar. El sistema consiste en atender al que dice encontrarse deprimido no mediante los modos usuales de prestar consuelo. Ni siquiera, como hacía antes de lograr esta profesionalidad, escogiendo hechos objetivos donde el deprimido encontrara un desmentido a la pésima imagen que circunstancialmente tenía de sí. Otros remedios caseros, tales como destacar qué corta es la vida o cuántas gracias deberíamos dar a Dios por estos hijos o haber terminado de pagar los muebles, fueron desechados pronto.En el presente aborda la depresión según una influencia de Stanford, realmente innovadora. No comienza la acción hasta haber constatado que el estado depresivo posee envergadura. Llegado a este punto y coincidiendo con un lamento del paciente del tipo "ya no puedo más", interviene para corregir esa impresión y asegurarle que sí puede deprimirse más y que es sólo cuestión de dedicarle tiempo. Por ejemplo, reservando dos horas fijas para deprimirse. Ya verá como se hunde del todo.

Desde luego es muy desconcertante esta clase de prescripción, puedo decirlo. Casi de inmediato se toma conciencia del mal papel que se viene haciendo. Hasta ahora, el malestar psíquico parecía un asunto promovido por el exterior, pero de súbito se le convierte al paciente en un encargo. De ese modo, ¿qué pensar de uno mismo empleando el tiempo en amargarse? No hay una pedagogía más eficaz que la que auspicia el ridículo, ni una consciencia más bochornosa que la de un calculado entristecimiento. He ido, en consecuencia, adelantando mucho en la salud. Casi tanto como en menosprecio de mi mismo. Lo normal sería deprimirse. Pero es inútil: la terapia comenzaría de nuevo.

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_