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Tribuna
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Créditos

Un clavo saca a otro clavo. Un general imperialista da un golpe de Estado para desmontar un imperio. Un grupo de jóvenes socialistas se hace con el poder para remachar el proceso neocapitalista de la sociedad española y, arruinar la sombra de cualquier quimera de transformación social. El clavo es ciego, sordo y mudo y saca al otro clavo porque se lo manda el martillo. El general imperialista se llamaba De Gaulle y pudo impedir a los militares lo que ningún civil habría podido imponer. En el caso español la relación causa-efecto se complica y no creo asistamos a una superproducción de maquiavelismo, sino a una desgraciada historia de enajenaciones ya difícilmente transitorias.Avalados porque en teoría no creen en la propiedad privada de los medios de producción y rechazan el imperialismo capitalista o la función represora del Estado de clase, nuestros socialistas refuerzan las estructuras de propiedad, ligan a España como nunca a la lógica imperialista y refuerzan la función represora del Estado, no sólo la legal, sino la paralegal. Ni se han vuelto locos ni cínicos. Consideran que son la única oportunidad de reforma desde la izquierda tolerable por el sistema y que para conseguirla necesitan estabilizar y estabilizarse por encima de cualquier sospecha de veleidad transformadora. Necesitan ganar tiempo. Creen que la involución potencial es mucho más temible que la revolución potencial y además su propio pasado les sirve como herencia estética y ética, a manera de viejo perfume que disimula los malos olores adquiridos en la manipulación de la realidad.

En efecto, la involución parece calmada. Jamás les habían dado tantos juguetes bélicos, y, por si faltara algo, el GAL suministra pequeñas satisfacciones sangrientas que alivian las crispaciones antiterroristas. En cuanto a los proyectos revolucionarios, vagan errantes y desperdigados como soldados desmoralizados por una batalla perdida sin ni siquiera haberse producido y la vanguardia crítica de la sociedad civil aún no se ha recuperado del síndrome de la transición. Especialmente patético el señor Guerra cuando avala la expulsión del Polisario con su antiguo afecto por la causa polisaria. Él también está viviendo del crédito.

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