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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Horizonte gris en Ginebra

ACABA DE concluir la segunda ronda de las negociaciones soviético-norteamericanas, sobre cuestiones de armamentos, en Ginebra. Al parecer, sin ningún resultado, si bien el juicio de Moscú ha sido más rotundo y negativo que el emitido en Washington. Esta diferencia indica las dos políticas adoptadas: la URSS, desde el principio, se ha centrado en exigir que EE UU renuncie a su Iniciativa de Defensa Estratégica (SDI), la llamada guerra de las galaxias, considerando imposible sin eso avanzar en otros terrenos. EE UU quiere dar la impresión de que no es imposible lograr ciertos resultados sin tocar el tema de las armas en el espacio. En todo caso, es probable que, quizá fuera de las sesiones oficiales, ciertos contactos exploratorios hayan tenido lugar incluso sobre las cuestiones más candentes. Una filtración de fuente norteamericana ha hablado de que los soviéticos estarían dispuestos a aceptar, en el tema de la SDI, una separación entre la fase de estudio y laboratorio, y la experimental, en la que ya se tienen que producir operaciones comprobables, como el envío de artefactos al espacio. ¿Es posible establecer tal separación? Está claro que si EE UU ha decidido invertir 26.000 millones de dólares en dicha investigación, es para aprovecharla con fines militares. Sin embargo, en el plano de la investigación, lo que hace uno país u otro no puede estar sometido a verificación; y es casi indudable que la URSS realiza investigaciones en terrenos semejantes a los que exploran los norteamericanos. Por tanto, tal separación sería posible si hay voluntad política de hacerla.Un paso de ese género sería, en la práctica, una forma de posponer el tema de máxima conflictividad, abriendo posibilidades de avanzar en otros aspectos de la disminución de los armamentos nucleares. En el mundo científico de EE UU aumentan las interrogantes sobre la SDI. Los apoyos internacionales no son lo fuertes que el presidente Reagan esperaba. Y estos hechos podrían aconsejar a los sociéticos cierta flexibilidad, buscando una fórmula que permita desbloquear las negociaciones en otros terrenos, sin que ello implique aflojar en su oposición rotunda a la guerra de las galaxias.

En el problema de las armas estratégicas, el portavoz norteamericano ha hablado de "nuevos conceptos" adelantados por los delegados soviéticos en las últimas reuniones. Es interesante la discusión suscitada en Norteamérica por la propuesta hecha, hace dos meses, por Gorbachov, en pro de una disminución en un 25% de los arsenales nucleares estratégicos. Comentarios iniciales quitaron significado a la proposición diciendo que se refería a los misiles lanzadores, y que cabría interpretarla como una tendencia de la URSS a desarrollar sobre todo misiles con muchas cabezas nucleares. Pero, ulteriormente, el senador demócrata Stephen Solarz declaró que, durante una visita suya a Moscú, el general Nicolai Chervov le confirmó la disposición soviética a una disminución del 25% de las cabezas nucleares. Hechos de este género alimentan la impresión de que, dentro del bloqueo oficial de las negociaciones de Ginebra, se están realizando al menos ciertas exploraciones informales sobre eventuales terrenos de acuerdo.

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Cuando se reanuden, después del verano, las negociaciones de Ginebra, estarán condicionadas por la preparación de la reunión entre Reagan y Gorbachov, fijada para el 19 y 20 de noviembre. Sería excesivo optimismo pensar que ya en noviembre se puedan lograr resultados concretos sustanciales en la cuestión del control y disminución, del armamento nuclear. Pero si no se crean condiciones para que de la reunión Reagan-Gorbachov salga un clima mejor en esta materia tan decisiva, una perspectiva que no sea el crecimiento demencial de los arsenales nucleares, de poco habrán servido los largos meses de las negociaciones de Ginebra.

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