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Ecos de la tragedia del estadio Heysel de Bruselas

Banderas a media asta

Andrés Ortega

Los dedos de la opinión pública belga buscaban ayer un culpable a quien denunciar. Hay más de uno. Pero desde luego Bélgica -conmocionada, desolada y triste- no quiere volver a vivir un horror similar. Las banderas de los diez en el edificio de la Comisión Europea quedaron a media asta. De los muertos, faltan todavía seis por identificar. Pero se sabe ya que había 32 italianos -uno de ellos un niño de 10 años de edad-, un francés, cuatro belgas y un inglés, según los datos del Ministerio del Interior. Este último, Patrick Redcliffe, era un pacífico y tranquilo funcionario de la CEE. Nacido en Irlanda del Norte, estudió en Liverpool, y de ahí la simpatía con que se dirigió al trágico estadio de Heysel, donde encontró la muerte.Dos padres italianos, venidos de Túrin, buscaban ayer desesperadamente a sus hijos, desaparecidos en la tragedia, una joven de 16 años de edad y otro de 20. "Sabemos que no están muertos, pero no hemos, podido averiguar si están heridos en algún hospital", señaló uno de los padres reflejando el caos informativo que reinaba.

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Hubo disparos

En los hospitales, la situación se había normalizado algo. 378 personas, según la Cruz Roja, habían sido atendidas a lo largo de la noche. El Hospital de Brugmann, por ejemplo, acogió a 80 personas, hospitalizando a la mitad de ellos. Pero ayer sólo quedaban 10 de los heridos intemados en el centro. El inglés herido por arma blanca en la tarde del miércoles estaba ayer fuera de peligro.

A pesar de que el miércoles se desmintió que hubiera habido disparos durante la avalancha, en una filmación de televisión se puede apreciar cómo un individuo efectúa dos disparos. Asimismo se ve a un policía belga con varios casquillos de bala recogidos en los graderios. La Federación Belga de Fútbol afirmó anoche que dos aficionados italianos habían fallecido por di.sparos, extremo que no fue confirmado por la policía.

En Bélgica había una indignación general por el hecho de que se hubiera celebrado el partido. La importante comunidad italiana de Bélgica estaba consternada y deprimida. Muchos de ellos pasaron la noche en vela. Muchos buscaban a sus amigos, en el caos de los teléfonos saturados y de la confusión. Las críticas a la actuación de la policía y de la gendarmería -descoordinadas- se acumularon. El propio rey Balduino deploró que la policía belga no hubiese podido evitar la tragedia. La reina Fabiola, compungida, recorrió diversos hospitales.

La separación en la zona conflictiva del bloque Z entre ambas hinchadas no funcionó. Por una parte la reventa acabó con la zona neutra compuesta por belgas. Y, además, algunos de estos belgas eran en realidad italianos inmigrados, que como tales habían comprado en Bélgica su boleto. El presidente de la Unión Belga de Fútbol, Louis Wouters, aseguró que no se vendieron, en la reventa, entradas de esta zona negra en Bélgica sino en Italia. Este argumento oficial ha sido desmentido por otras fuentes. Otro dato que se conoce es que unas 2.000 entradas de hinchas británicos eran trucadas.

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