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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La batalla 'moral' de Ronald Reagan

EL CONGRESO de EE UU, en sus votaciones de ayer, ha rechazado en primera instancia el proyecto del presidente Ronald Reagan de asignar una suma de 14 millones de dólares a los contra que combaten contra el Gobierno legal de Nicaragua. Mientras el Senado, donde hay una mayoría republicana, ha aprobado la concesión de 1,4 millones de dólares con el compromiso norteamericano añadido de reanudar las conversaciones de Manzanillo con el Gobierno de Managua, la Cámara de Representantes, con mayoría demócrata, ha votado en contra de cualquier socorro a los antisandinistas. De otro lado, la batalla en el Congreso está lejos de haber llegado a término, puesto que nuevas fórmulas de compromiso alentadas por la Administración serán presentadas a las cámaras con la esperanza de salvar algo del programa aún al precio de importantes concesiones, pero, en cualquier caso, únicamente la aprobación de ambas cámaras permitiría a Reagan llevar adelante su política centroamericana.Lo que se dirime, sin embargo, ante senadores y representantes no es tanto una ayuda de unos millones arriba o abajo, que nada pueden hacer variar la situación militar, sino una cuestión moral: la de si los EE UU tienen alguna legitimidad para intervenir, aún en forma indirecta, en el conflicto nicaragüense. En todo caso, lo más significativo es que detrás de esa fuerte oposición parlamentaria se halla un sentimiento tan difuso como extendido en la opinión, que teme, y se niega, a todo lo que recuerde una nueva aventura militar tipo Vietnam. En ese sentido, a los diez años de la derrota del ejército de Saigón, que se cumplen el próximo 30 de abril, el síndrome Vietnam no ha muerto.

Pero no cabe separar estos hechos de un marco más amplio: la propuesta de Reagan del 4 de abril, presentada como "una oferta de paz y negociación", se articulaba en dos vertientes: de un lado, un llamamiento a los sandinistas a que negocien con los contra un alto el fuego y una solución política, descartando de hecho las elecciones celebradas el pasado noviembre; de otro, la asignación de los 14 millones de dólares a los contra, pero con la condición de que solamente podrían ser empleados para fines militares al cabo de dos meses, y si los sandinistas no aceptaban negociar o no se llegaba a un acuerdo de fondo. Esta propuesta causó una impresión más bien positiva en algunos Gobiernos del Grupo de Contadora; Parecía conciliadora, en especial si se la comparaba con declaraciones anteriores de Reagan sobre la necesidad de derribar el Gobierno de Managua. Pero muy pronto se abrió paso la evidencia de que la preocupación del presidente norteamericano era obtener la aprobación del Congreso para los ya citados 14 millones; tal votación parlamentaria hubiese significado sin duda un compromiso mucho más profundo de EE UU en una guerra secreta, o guerra sucia, en Centroamérica.

Las personas que han aconsejado a Reagan han demostrado su escaso conocimiento de las realidades latinoamericanas y europeas. Se montó una operación de imagen para dar la impresión de que el plan Reagan obtenía el apoyo de los Gobiernos de América Latina, de Europa, del Vaticano. La exageración misma de esta campaña ha provocado una serie de desmentidos; una nota del Vaticano ha negado que hubiese tal apoyo. Incluso el presidente de Costa Rica, muy próximo en los últimos tiempos a las posiciones de Washington, ha aclarado que apoya la idea de una negociación de los sandinistas y de los contra, pero no la ayuda a la lucha de éstos. La tesis, en la que Reagan se ha comprometido personalmente incluso con referencias históricas, de que los contra son "combatientes de la libertad", choca de forma tan radical con la realidad que ha tenido efectos de bumerán.

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Por otro lado, el aislamiento de Nicaragua, objetivo número uno del plan Reagan, no se ha producido. El hecho más importante ha sido la reanudación del trabajo del Grupo de Contadora; éste ha dado pasos concretos en su reciente reunión de Panamá para plasmar un marco de paz y estabilidad, en condiciones de democracia, en Centroamérica. Es evidente que el envío de ayuda norteamericana a los rebeldes en Nicaragua aparece directa y objetivamente enfrentado con el camino que Contadora está elaborando. La contradicción no puede ser más absoluta. Sobre todo, porque si se trata del primer punto del plan Reagan de recomendar a los sandinistas una negociación con sectores que están ahora en Nicaragua fuera del sistema legal vigente, esa preocupación cabe de lleno dentro de la política de Contadora; concretamente en el capítulo del acta que se refiere a la reconciliación nacional. En ese orden son importantes, y oportunas, las palabras del presidente Felipe González reafirmando el apoyo de España a Contadora y destacando la contradicción entre la búsqueda de soluciones de paz y negociación y el apoyo a los grupos armados formados por ex guardias somocistas.

En vísperas de su viaje a Europa, Reagan está atravesando un período de serias dificultades; al fracaso ante el Congreso se agrega la polémica sobre su visita a cementerios alemanes, en la que ha quedado en entredicho su actitud en un problema de tanta carga moral como la condena sin paliativos del hitlerismo.

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