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Bob

Acabo de merendar con Bob Woodward unas galletas con queso y vino tinto en un chalé de Harvard (EE UU). Para los olvidadizos, capaces de arruinar este encuentro, necesito señalar que Bob Woodward y Carl Bernstein son en síntesis Robert Redford y Dustin Hoffman en la película sobre el caso Watergate llamada Los hombres del presidente. Efectivamente, tener que pasar por este recordatorio puede restar valor a la merienda, pero no podía arriesgarme. Por otra parte, Bob Woodward vestía una camisa semejante a las de Robert Redford en el filme de Palcula y ello contribuirá de manera decisiva a dar idea de su estampa. Acaso si todos los lectores de este periódico conocieran personalmente a Vidal Folch, jefe de Economía de EL PAÍS en Barcelona, acabaríamos en seguida. Es como Vidal Folch pero algo más ancho en la caja torácica y, en proporción, con un rostro más constituido. Cuenta Woodward a su vez con esa facultad de los catalanes bien dotados que al escuchar una opinión opuesta a la que acaban de manifestar la reciben con la comodidad de un molde. No significa que la acepten, sólo que la reciben con el oído convertido en una habitación de huéspedes. Así hace este hombre sin duda curtido en mil meriendas y, sin embargo, aparentemente tan desprovisto de currículo como un jugador del Barcelona Atlétic. Sigue preguntándose, por ejemplo, si fue o no una temeridad comenzar con aquella historia que comprometió a un presidente pero hace de ello, ante el interlocutor, un acto estólido o desgastado. Cualquier mujer de corazón redondo amaría a este hombre saludable a quien la voluntad de trabajo junto a una evidente disposición para ayudar en la cocina se le marca en las quijadas. He aquí un mito con la corbata de seda, los zapatos Timberland y los pantalones de 250 dólares (unas 42.500 pesetas). Cuando al protagonista de la historia se le ve así, duchado y elemental, con una mujer rubia al lado y ese afeitado tan cerca, uno piensa que la vida es benévola o cordial. Y que, a partir de ahí, sólo cabe esperar a que su mano nos elija, borre el polvo del anonimato que injustamente nos cubre y el mundo llegue a conocer con nitidez la verdad de lo que somos.

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