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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La visita interminable

DURANTE VARIAS semanas, deshojar la margarita -viene o no viene Honecker- fue la ocupación central de una República Federal de Alemania (RFA) sumida en la pausa veraniega, mientras desde Moscú y otras capita les del Este europeo redoblaban los ataques contra el revanchismo del Gobierno de Bonn. El sueño de conservar un oasis de distensión de los Pershing 2, de un lado, y de los SS-21 y S S-22, del otro, por encima del enfrentamiento entre los dos hermanos mayores, Estados Unidos y la Unión Soviética, parece haber concluido con el aplazamiento sin fecha, o quizá anulación definitiva, de la visita de Erich Honecker a la RFA. Las dos Alemanias -la República Federal de Alemania y la República Democrática Alemana (RDA)- son las puntas de lanza de los dos bloques militares (OTAN y Pacto de Varsovia), y la frontera de 1.300 kilómetros divide su territorio y, al mismo tiempo, dos sistemas políticos y económicos. Las dos Alemanias son países de soberanía limitada. Bonn tuvo que tragar hace años la decisión de sumarse al boicoteo a los Juegos Olímpicos de Moscú por imposición de Washington, y ahora Honecker ha tenido que suspender la visita a la RFA para no romper la línea marcada por la política soviética. Es la segunda vez que se aplaza sin fecha la visita. La primera fue cuando, a consecuencia de la muerte de un alemán occidental en la frontera, Honecker tuvo que dar marcha atrás, ante las acusaciones de asesinato que lanzaron la Prensa y algunos políticos de la RFA. El anterior canciller de la RFA, el socialdemócrata Helmut Schmidt, también tuvo problemas con su visita a la RDA, que aplazó dos veces por la difícil situación internacional y que al final coincidió nada menos que con la declaración de la ley marcial en Polonia. En este difícil terreno, Bonn y Berlín Este habían anunciado un conato de luna de miel, a pesar del cambio de Gobierno hacia la derecha en Bonn y del endurecimiento de la situación internacional. El canciller democristiano, Helmut Kohl (CDU), apoyado por el realismo político de su hermano político, Franz Josef Strauss (CSU), se lanzó a una política que en realidad era continuación de la ostpolitik de Willy Brandt y Helmut Schmidt. Honecker puso en marcha su westpolitik, que dejó asombrados a los que veían en el dirigente de la RDA a un simple lacayo de Moscú. El resultado de esta coincidencia fueron los progresos logrados en los últimos meses: permisos de emigración para más de 30.000 ciudadanos de la RDA a Occidente, desmantelamiento de parte de las armas automáticas en la frontera y concesión de créditos. Esta luna de miel entre las dos Alemanias era seguida con malos ojos por los duros de un lado y de otro. En Polonia se preguntaban días atrás sí la reunificación alemana estaba en marcha. La Prensa soviética arreciaba en sus ataques contra el Gobierno de Bonn. El margen de maniobra de Honecker era cada día más estrecho. En la RFA, algunos políticos democristianos y la Prensa derechista de la cadena Springer se negaban a aceptar sin más la presencia de Honecker, a quien culpan de los disparos en el muro de Berlín y la frontera entre las dos Alemanias. Las declaraciones ofensivas de importantes políticos democristianos, sobre todo del jefe del grupo parlamentario, Alfred Dregger (CDU), contribuyeron a crear casi un callejón sin salida, en el que el hecho definitivo era que Honecker no podía llevar adelante una visita contra la voluntad de Moscú en medio de la hostilidad de importantes sectores sociales de la propia Alemania Occidental.

El aplazamiento de la visita es un fracaso personal de Kohl y Honecker. El canciller democristiano no supo, no pudo o no quiso disciplinar a su propio partido y hacerle aceptar la continuidad de la ostpolitik. Mientras tanto, Moscú ha hecho evidente, una vez más, que sin su consentimiento nada es posible hacer ni decidir en los países europeos del socialismo real. Pero, además de todo, el aplazamiento de la visita es una derrota para los esfuerzos de paz y de distensión que precisamente las naciones de Europa se esfuerzan en producir frente a la creciente bipolarización mundial.

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