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Reportaje:

El paro empuja a una parte de la población de Getafe a la economía de subsistencia

El Ayuntamiento de Getafe ha detenido momentáneamente algunos de esos desahucios, facilitando a las familias en apuros una pequeña cantidad para cubrir parte de la deuda o permitiendo el lanzamiento y haciéndose posteriormente cargo del alquiler de un piso barato para los desalojados. Pero sólo durante un par de meses, mientras se da tiempo a la familia a que busque alguna salida."El ayuntamiento", dice Ana, una de las asistentas sociales, "no puede invertir sus fondos en actividades que son casi de beneficencia. Unos 1.000 ancianos reciben una bonificación municipal por la que se les exonera del pago de la mitad de la tasa de recogida de basuras, unas 600 pesetas; 320 niños reciben becas de comedor, y otros 560, de libros. A otras 400 personas -matrimonios muy jóvenes, o chicos y chicas que por su edad no pueden estar incluidos en la cartilla de la Seguridad Social de sus padres, y que no han encontrado trabajo- se les facilita la cartilla de asistencia médico-farmacéutica para que no se queden sin asistencia sanitaria, pero tampoco podemos hacer mucho más". La labor municipal se complementa, en la medida de lo posible, por la de Cáritas y la Cruz Roja.

El paro se está cebando en Getafe, una localidad con una fuerte tradición industrial. De los 9.500 desempleados, 4.737 tienen menos de 24 años. A una media de tres o cuatro personas por familia, se puede calcular en unas 30.000 las personas, que en el pueblo están abocadas a una economía de subsistencia.

Gumersindo Rodríguez, un día después de la huelga general del jueves 2 de febrero, tenía 123 pesetas en el bolsillo, y la cuenta del banco, a cero. Gumersindo, como la gran mayoría de los habitantes de Getafe, no es hijo del pueblo. Se trasladó a Getafe hace más de 10 años, mientras sus padres, nacidos en Fuentidueña del Tajo (Madrid), abandonaban el pueblo y se instalaron en la capital de España. Ahora tiene 34 años, la expresión apagada, un piso totalmente pagado -lo que supone un alivio indudable- y una hija de 11 años que estudia cuarto de EGB en un colegio subvencionado. Sin empleo fijo desde 1980, subsiste gracias a la idea que tuvo su padre, consistente en comprar ropa en almacenes madrileños y venderla luego a los vecinos a precios ligeramente superiores.

"Ahora estoy esperando que me paguen los tres meses de paro que me deben desde que trabajé ocho meses como albañil en una obra. Calculo", dice Gumersindo, "que me darán unas 80.000 o 90.000 en total. Con eso podremos pagar los tres recibos de la luz que debemos. El teléfono nos lo cortaron ya el año pasado -por falta de pago, claro-, y el ayuntamiento me ha enviado un oficio reclamándome por via ejecutiva el impuesto de la basura; pero, como yo digo, si no tengo dinero, ¿qué voy a pagar? Que embarguen lo que quieran".

Epoca de 'vacas flacas'

Las orejas del lobo de la crisis aparecieron en 1977, cuando tres empresas -Construcciones Sirueñelas, General Mecánica Técnica y Reyfra; estas dos últimas, del ramo del metal- cesaron en sus actividades y dejaron en la calle a 510 trabajadores. En los años siguientes, hasta 1983, otras 20 empresas, con un total de 636 empleados, cerraron sus puertas. Mientras tanto, Kelvinator había reducido su plantilla de 2.400 a 1.200 personas. Un grupo importante de despedidos de Kelvinator optó por volver a sus pueblos de origen, donde es más fácil subsistir con las percepciones del paro. John Deere quitó de su nómina a otros 164; Uralita aprobó una reducción de plantilla de 180 puestos de trabajo. Talbot, en 1982, redujo su personal en 1.546. El grupo ITT ha visto disminuir su personal en 6.000. personas.Hasta 1980, Gumersindo Rodríguez tuvo tiempo de pagar su piso, que compró por 660.000 pesetas, y los muebles. La escritura de la vivienda, sin embargo, ya le tocó pagarla en la época de vacas flacas, y gracias a que su padre, hoy también en el paro, le pudo prestar las 78.000 pesetas necesarias. "Los empresarios se aprovechan de la angustia de la gente. Yo no encuentro trabajo en las obras de construcción del sector 3, primero, porque el trabajo no abunda, eso es cierto, pero también porque soy de CC OO. Me he presentado en todos los conflictos para asesorar a los currantes y los encargados de las obras me tienen en la lista negra".

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Como en todos los pueblos del cinturón industrial de Madrid, en Getafe ha aparecido con cierta fuerza la llamada economía sumergida. Un ejemplo: la empresa Trasplaste, dedicada a la fabricación y comercializ ación de productos plásticos, tuvo que cerrar por dificultades económicas, pero el empresario llamó luego a sus mismos empleados -y a otras personas- y ahora les tiene introduciendo en sobrecitos, a tanto el lote, los cromos y figuras de pitufos, patos Donald y demás personajillos que los críos coleccionan cuando compran bollos.

Gumersindo tiene mucho tiempo para pasear. Su punto de recale es siempre la plaza de Palacios, también denominada la plaza Roja, centro de reunión de los sin trabajo, y el local de CC OO, situado en una calle próxima. Allí, entre café y café, se critican diariamente los planes de reconversión del Gobierno y el hecho de que la crisis la estén pagando los trabajadores.

Gumersindo, que es militante del Partido Socialista de los Trabajadores, tiene una confianza ciega en que la solidaridad de los trabajadores logrará, tarde o temprano, un mundo más justo, pero él mismo reconoce que actualmente las cosas no marchan bien.

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