_
_
_
_
Cartas al director
Opinión de un lector sobre una información publicada por el diario o un hecho noticioso. Dirigidas al director del diario y seleccionadas y editadas por el equipo de opinión

Fallecida en Barajas

Soy el compañero de Ana Merino Albarracín, fallecida en el accidente de Iberia-Aviaco de Barajas.Le quiero contar mi historia; bueno, nuestra historia, la de Ana y mía. Éramos dos seres humanos que vivíamos, sentíamos y,nos buscábamos a diario; no por encima, sino en lo más hondo de nuestras almas, y allí nos encontrábamos, nos amábamos y amábamos lo que nos rodeaba, todo. Y día a día intentábamos que los demás también lo hicieran (nosotros así pensábamos y éramos felices).

Así éramos a principios de diciembre y desde nuestro principio.

Sólo había una cosa que de cuando en cuando ponía sombra en nuestra vida diaria. Esto era que ella quería dejar pronto la aviación. "¿Por qué?", se preguntaban todos, ganando esos sueldos, viviendo de un sitio , en otro y un etcétera infinito de despropósitos y tonterías. Es muy simple: estaba harta; harta de no disponer de su propia vida, de estar todo el día esperando llamadas inoportunas y repetitivas que disponían de su persona como si de guiñoles se tratara, pues sus fuerzas, momentos y vidas están entregados por entero a la empresa (ni familia, ni pareja; nada).

Cuando un tema da mucho que hablar, lee todo lo que haya que decir.
Suscríbete aquí

Pero no es eso sólo. Estaba harta de pasarse de horario, de palizas que hacían estar a la tripulación muy por debajo de lo exigido a quien tiene a su cargo a seres humanos. Esto era una cosa bastante constante, más bien rutinaria. Es la ironía de la empresa, que tiene una programación que da igual tenerla o no porque siempre hay cambios de servicios que la trastocan toda por entera.

También estaba harta de observar cómo pilotos, controladores, aeropuertos, etcétera se saltaban de continuo a la torera toda una serie de normas de seguridad imprescindibles. Esto, quien tenga una ligera idea o conocimiento del mundillo de la aviación, podrá verificárselo. Y si no lo hace así, mírele a los ojos y aléjese de él con tristeza, porque está frente a otro cobarde que perecerá o ayudará a perecer a otros en este infernal matadero que es nuestro mundo.

En estas palabras hay el mínimo de amargura posible. No hay odio. Nadie podrá devolverme a quien fue todo para mí, quien me enseñó a vivir. Creo que sólo hay soledad y desde ella le escribo estas palabras, que no tratan de denunciar ni atacar a nadie; simplemente, he querido escribir esto por mi compañera. Sé que ella hubiera protestado de alguna manera si esto me hubiera ocurrido a mí; y yo, escribiendo esto, trato de protestar a mi manera contralanta sangre, odio y dolor; y contra tantas muertes de personas que necesitamos todos, seres humanos que nos ayuden con sus fuerzas, para levantar este planeta. Y, sobre todo, nos urgen personas como ella, como Ana (ella era vida y algún inconsciente me la quitó)./

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_