Defensa del contrabandista
El motivo de esta carta no está dictado sino por el temor y la indefensión que como buen fumador se experimenta ante la persecución de que son objeto nuestros amables y anónimos proveedores habituales: los contrabandistas.Porque, en medio de tanta barahúnda y tanta noticia fresca, a nadie se le ha ocurrido llamar la atención sobre un hecho: ¿por qué, habiendo estancos, se prefiere el tabaco de contrabando?
Y la respuesta es sencilla: porque Tabacalera elabora un tabaco infame, porque desvirtúa todas las marcas que coge y las hace irreconocibles, porque impide la entrada de tabaco canario, entre otros, y porque, siendo un monopolio, posee unos precios altísimos, con los que nos castiga a los que nos negamos a consumir sus productos nacionales.
Por todas estas razones, los inveterados buscadores de buen tabaco rubio o de pipa acudimos a nuestras habituales proveedoras de pañuelo en la cabeza e importante edad, de la Puerta del Sol o la calle de Alcalá, con las que, además de perderse uno ante la visión de tanta marca exótica, ignorada y con algo del prestigio de lo desconocido, se puede practicar el antiguo y sano deporte español por excelencia: el regateo, con todo lo cual, al final acaba uno fumando buen tabaco (depende de la sequedad), a menor precio y por medio de rituales de compra que evidentemente resultan imposibles de efectuar con una empresa monopolista y carente de imaginación, como todo el mundo sabe.
Por toda esta serie de razones de buen fumador, antitrust, tradicionales y estéticas, es por lo que escribo, deplorando la persecución que se quiere emprender contra una de las más ancestrales actividades españolas, la del contrabando, y defendiendo mis derechos como empedernido y exigente fumador, pido, en cambio, que se cierre para siempre la innoble empresa de Tabacalera Española./